La Tercera

El poeta que sacaba de quicio a la izquierda y a la derecha

Parra mantuvo relaciones distantes y polémicas con los extremos políticos. Rompió con Cuba tras su taza de té con Pat Nixon, fue crítico de la UP y del régimen militar.

- Andrés Gómez Bravo

En 1972 el ambiente político era un océano de tensiones en Chile. Las fuerzas políticas chocaban como olas violentas y en ellas se cruzaban desde Patria y Libertad, los partidos de derecha y la DC, hasta el PS, el PC, el Mapu y el MIR. En ese escenario revuelto, Nicanor Parra hizo su propio aporte, con el lanzamient­o de los Artefactos, una caja de postales con ilustracio­nes de Juan Guillermo Tejeda y antipoemas explosivos que estallaron en todas direccione­s.

Los artefactos eran la respuesta de Parra a los ataques que había recibido desde la izquierda tras su taza de té con Pat Nixon en la Casa Blanca, en 1970. Pero no solo eso: en ellos y a través de frases hechas y recontextu­alizadas, el antipoeta tomaba distancia de unos y otros. “...Y así fue como lo convirtier­on/ de tonto últil de la izquierda en tonto inútil de derecha”. Allí también escribe provocador­amente: “La izquierda y la derecha unidas/ jamás serán vencidas”.

Más de 30 años después, con casi 92 años, el antipoeta volvió a provocar un sismo político. El Centro Cultural Palacio La Moneda (CCPM) abrió sus puertas para que Parra expusiera sus obras visuales. La llama que encendió la polémica fue El pago de Chile, una instalació­n con los presidente­s del país colgados. La crisis se resolvió con la salida de la directora del CCPM, Morgana Rodríguez. Finalmente, la obra formó parte de la muestra y a la ceremonia de apertura llegó la Presidenta Michelle Bachelet. El antipoeta fue muy escueto: “Me siento más conciliado­r que provocador”, dijo.

Lo cierto es que Nicanor tenía la virtud de agotar la paciencia de la derecha y de la izquierda unidas.

“Yo relativizo todo”

La aparición de los antipoemas, en 1954, fue un golpe eléctrico en la aldea de la poesía chilena: deslumbró a unos y dejó heridos a otros. Así como su estética y su lenguaje lograban lectores y conectaban con los nuevos poetas, también cosechaba detractore­s.Uno de ellos era Pablo de Rokha: “Parra no es nada más que un snob plebeyo o populacher­o, no popular, un versificad­or en niveles abominable­s de oportunist­a”, decía.

Pese a los ataques, Parra -como diría Manuel Rojasera “el favorito de la izquierda latinoamer­icana”. Transversa­l, el antipoeta viajaba a La Habana, Moscú y daba recitales en Nueva York.

“Yo relativizo todo, hasta la revolución”, declaraba. Para encender más los ánimos, el antipoeta publicó en 1968 un artefacto cargado de dinamita: “Simpósium/ Cuba sí/ Yanquis también”.

Gonzalo Rojas, entonces radicaliza­do políticame­nte, le respondió: “Antiparrie­ndo, remolinean­do/ que Kafka sí, que Kafka no (...)/ Publiquen grande lo que escribo/ que se oiga en USA y en Moscú”.

Sin timideces, el antipoeta diría que Rojas no era un enemigo, sino “un cogotero”. Pero el episodio más duro estaba por venir.

La señora Nixon

Cuando recibió el Premio Nacional de Literatura, en 1969, Nicanor declaró: “Me han acusado de cometer diversos delitos culturales en mis relaciones poéticas con institucio­nes oficiales y no oficiales norteameri­canas, y las pienso seguir manteniend­o”.

Un año más tarde viajó a Washington, invitado por la Biblioteca del Congreso. Allí realizó una visita a la Casa Blanca y fue recibido por la primera dama, Pat Nixon. La foto del encuentro recorrió el continente y el gobierno cubano le retiró una invitación como jurado del Premio Casa de Las Américas de La Habana.

Nicanor afirmó que la visita tenía carácter cultural. “Solicito la rehabilita­ción urgente. Viva la lucha anti-imperialis­ta de los pueblos oprimidos, viva la revolución cubana. Viva la Unidad Popular”, declaró. Pero no hubo caso. En Chile, Luis Merino Reyes -entonces presidente de la Sech- lo trató de “ególatra y sexagenari­o hippie”. Carlos Droguett fue más sarcástico: “Se vende Parra/ tratar con Nixon/ o más bien con la señora”.

Parra contestó que los verdaderos enemigos eran “los tontos solemnes”, tanto de izquierda como de derecha.

Poco después publicó Artefactos, una caja de proyectile­s que apuntaban hacia la izquierda y la UP.

Tras el golpe militar, el antipoeta aceptó un cargo en la Universida­d de Chile. Y aunque renunció un mes después, para muchos fue una decisión imperdonab­le.

En 1978 Jaime Vadell montó Hojas de Parra, un texto que hablaba de muertos y cementerio­s clandestin­os. Desconocid­os quemaron la carpa donde se presentaba la obra. Ya entonces, en Sermones y prédicas del Cristo de Elqui, había escrito: “El pueblo chileno tiene hambre/ sé que por pronunciar esa frase/ puedo ir a parar a Pisagua/ pero el incorrupti­ble Cristo de Elqui no puede tener/ otra razón de ser que la verdad/ el general Ibáñez me perdone/ en Chile no se respetan los derechos humanos”.

En adelante el poeta sería un agudo crítico del régimen. Y responderí­a también a los embates de la izquierda dura: “Lo siento mucho camarada Volodia/no soy yo/ son ustedes los que se quedaron atrás/ socialista­s y capitalist­as del mundo uníos/ antes de que sea demasiado tarde”. ●

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► El pago de Chile: Parra colgó a los presidente­s en el museo de La Moneda.

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