La Tercera

Reconstrui­r identidade­s

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Esta vez, a diferencia de 2009, no se ve en el horizonte un liderazgo salvífico que pudiera reponer la perspectiv­a de un retorno rápido al gobierno. Se intuye que la derrota es profunda y que no se puede soslayar un debate sobre identidade­s y proyectos. El cemento que proveía el binominal o la cercanía del gobierno ya no está presente. La elección pasada dejó instalado el acertijo de un resultado en primera vuelta que mostró una sociedad que quería reformas y una segunda vuelta que dio el triunfo a quienes no las querían. Por ello, las explicacio­nes no se agotan en los graves errores de campaña. Es necesario explorar fenómenos como el surgimient­o de un elector políticame­nte difuso y líquido capaz de pasar, sin inmutarse, de una opción a otra ideológica­mente contrapues­ta; la presencia de un voto evangélico conservado­r (basta mirar la votación de dos dígitos de Kast en comunas de la VIII región); la efectivida­d del miedo; o esa tierra ignota del cincuenta por ciento del electorado que se abstiene, especialme­nte en sectores populares. Diversos fenómenos sociales y nuevas subjetivid­ades que se deben procesar en el marco de reconstruc­ción de una alternativ­a política.

A su vez, sería un error, por tratar de interpreta­r a los segmentos en que se perdió la elección (635 mil votos), descuidar a esos 3 millones 160 mil electores que apoyaron en segunda vuelta. Se trata de un votante de clara orientació­n de centroizqu­ierda e izquierda y, dada la campaña, de una fidelidad espartana.

En el Frente Amplio se respiran aires de triunfo. Se autopercib­en dentro de una alianza y de una “marca” exitosa que conviene a todos por ahora. Sus dificultad­es, las que ven lejanas, derivan de la volatilida­d de una parte de su electorado; las disputas hegemónica­s en su interior y la definición pendiente de su identidad de izquierda o la renuncia a ella, derivando en una fuerza instrument­al, “atrapa todo”. Lo más inquietant­e: su subestimac­ión del poder de la derecha.

Donde sí quedó instalada una crisis es en el espacio político que ocupó, en su momento, la Concertaci­ón y luego la Nueva Mayoría. Sus partidos viven un declive electoral sostenido, anterior a esta elección. Su problema principal: la pérdida de prestigio y legitimida­d para hablarle a la sociedad.

Se espera que estas fuerzas entren en procesos de introspecc­ión y de reconstruc­ción de sus identidade­s. Para el futuro será clave saber si la DC reafirmará o no una identidad de centroizqu­ierda y si el PS volverá a ocupar su lugar en la izquierda. Solo a partir de definicion­es de fondo y creíbles se podrá comenzar la configurac­ión de una nueva opción de poder.

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Ernesto Águila Analista político

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