El mayor desafío para un nuevo ministro de Educación
El gobierno de Michelle Bachelet ha sido especialmente activo en plantear una serie de reformas educativas, iniciativas que han sido valoradas por algunos sectores, pero que han generado importantes discusiones sobre el diseño y suspicacias sobre la implementación. El recientemente anunciado ministro de Educación no tendrá una tarea fácil a contar del 11 de marzo. Para muchos, Gerardo Varela es una sorpresa, pero más allá de la figura que representa, su mayor desafío será dirigir la puesta en marcha de las reformas que dejó el actual gobierno y dar los giros de timón necesarios para corregir errores. En paralelo, dar el punta pié a una agenda propia, que recoja las problemáticas de educación que más afectan al país, siendo la inversión en educación inicial una de las más urgentes.
Entre las reformas que ya tenemos encaminadas, los aspectos críticos ya se han dejado entrever. La modificación de la institucionalidad de la educación superior tomó los cuatro años del presente gobierno, durante los cuales hubo muchos titubeos y cambios de opinión. Es bien insólito que en las últimas semanas de esta administración se legisle a presión para aprobar las leyes de Educación Superior, la eliminación del CAE y la ley de Universidades Estatales. La sola reglamentación y corrección de estas leyes “express” sobre las cuales hay bastante poco consenso, puede tomar prácticamente todo el período del próximo gobierno.
Otro desafío crítico está en la implementación de la nueva Ley de Educación Pública, también llamada de “desmunicipalización”. Si bien se valora la planificación de una implementación pausada y una evaluación intermedia, esta no está exenta de desafíos y complejidades. En primer lugar, la gradualidad puede generar un escenario de incertidumbre, que puede conducir a un mayor deterioro de la educación a nivel local, sin tener certeza de lo que pasará con los municipios que no ingresen al sistema en los próximos años. Hay muchos aspectos preocupantes y detalles que parecen no haber sido tomados en cuenta, cuando finalmente ocurra el traspaso hacia los servicios locales de educación.
Junto con corregir errores y asumir la implementación, sin duda, es en la educación inicial donde el nuevo ministro debería poner las fichas y marcar una agenda propia. Lamentablemente, los esfuerzos institucionales se han concentrado fuertemente en educación superior y en la gestión de la educación escolar, dejando de lado la inversión en los primeros años, que ha sido ampliamente demostrado y consensuado, como lo más efectivo, según la literatura internacional. En Chile tenemos un educador por cada 42 niños, que de acuerdo al estándar de la OECD debiese ser de 14. Obviamente, lograr ese nivel significa una gran inyección de recursos, pero que son altamente rentables socialmente, como ha demostrado desde hace varias décadas el premio Nobel James Heckman.
El mayor desafío de una nueva administración estará en lograr una implementación eficaz de todas las reformas que están en etapa inicial y, conjuntamente, marcar un hito propio para reformular la agenda de esta cartera, que debiese empujar con fuerza una educación inicial de calidad.