La vida con Papá Mourinho
Cuando Alexis Sánchez llegue a Manchester lo primero que descubrirá es un entrenador que confundirá con un padre, una madre, o con un hermano mayor. Posiblemente, hasta el tono de voz le resulte familiar. Mourinho lo llamará a todas horas para ofrecerse. Le proporcionará consejos para resolver cuestiones profesionales, pero, sobre todo, personales.
Si está triste, él le ofrecerá consuelo. Si está eufórico, le animará a divertirse. Puede que incluso acuda a su casa a interesarse por sus asuntos domésticos, y allí seguramente le sugerirá alternativas que mejorarán el diseño del mobiliario, la convivencia con la esposa o la novia, la contratación del servicio de la limpieza, o los asuntos médicos. En materia de curación y rehabilitación de lesiones, pocos doctores pueden rivalizar con él. Y no sólo eso. Si necesita asesoramiento sobre joyería y relojes, él no tendrá rival. Si busca un coche, no habrá mayor experto en temas de motor.
Si sus dudas son de índole culinaria, Mourinho es el más capacitado para ofrecer orientación sobre dónde disfrutar de la mejor comida de la ciudad. Si pretende incorporar un cocinero particular, que no busque más. Nadie elige mejores chefs porque nadie sabe mejor que él cómo se preparan las verduras, las pastas y las carnes, sean vacunas, porcinas o de aves, de corral o de caza. Los cocineros del Real Madrid dan fe de su exigencia y de sus amplios conocimientos en la preparación de cualquier alimento. Alguno hasta fue despedido por contradecir sus métodos en los fogones.
En fin, que si lo que Alexis busca en Manchester es una relación íntima con su entrenador, allí encontrará uno que le garantizará plena satisfacción. Al menos, durante unos meses. Lo mismo fuera de los entrenamientos que en el campo de prácticas, sentirá que todo va sobre ruedas. A cambio de tanto placer, al principio, percibirá una dulce exigencia de contraprestación afectiva. Luego, le reclamarán un grado de lealtad que poco a poco se irá elevando hasta pervertir las normas de convivencia conocidas.
Porque para Mourinho la construcción de su sistema de frenesí competitivo sólo se logra mediante el principio de lealtad aplicado hasta la saturación. Aplastando por el camino todos los principios. El compañerismo, la solidaridad, la equidad, la dignidad o la eficacia. En su régimen vale más un obediente inútil que un independiente productivo.
Supongamos que Alexis, guiado por la tentación del confort, accede a todos los reclamos que progresivamente le hace su jefe. Primero con ingenio seductor, luego de forma imperativa. Imaginemos que alguna vez traiciona las reglas no escritas del juego limpio e incluso que se mete al vestuario del equipo contrario a escupir a un rival, o simplemente a pegarle una patada. Consideremos que esporádicamente, siguiendo la senda marcada por el superior, pueda ser rastrero hasta con sus propios compañeros, o con los empleados del club, aviniéndose a la denuncia del rebelde o a la marginación del que no se resigna a comportarse como si la obediencia y el fútbol fuesen una misma realidad. Pensemos que Alexis hace como Képler Laverán Lima, más conocido como Pepe, el mejor central del mundo para Mourinho, y, durante dos años en el Real Madrid, su jugador más entregado. Un espartano.
Llegará el día en que Alexis se presente en el centro de entrenamiento de Carrington, como todas las mañanas. Aparcará su coche, atravesará el umbral del rico complejo, saludará a la portera, entrará al vestuario, y cuando se cruce con Mourinho y le salude como a un padre, con la confianza adquirida de meses de relación de afecto, por respuesta recibirá un silencio inquisitivo, una mirada fría, o la indiferencia de un desconocido demasiado ocupado en otros asuntos.
Existen testimonios anónimos de jugadores y subalternos de Mourinho que advierten de que el camino de la obediencia ciega conduce a la frustración mutua. Ahí está el caso de Pepe para demostrar lo que le sucede a los guardianes más conspicuos del régimen. Fue ofendido en público por el entrenador, que declaró que estaba acabado para el fútbol. Pocas veces un entrenador le hizo un desprecio profesional más grande a un futbolista. Además, sin razón. Pepe ganó una Champions al año siguiente.
Como le dijo un psiquiatra al empleado de un club que acudió abatido a consultarle sobre cómo responder a un jefe que le desconcertaba:
“Mourinho se siente perseguido y necesita someter a todo el mundo para evitar esa sensación angustiosa. Pero si le das todo lo que te pide, te acabará tirando a la basura”.
La genuflexión conduce al mismo desenlace que la rebeldía. La vía intermedia es imposible. Si se resiste a la injusticia con moderación, que sepa que no podrá disimularlo por mucho tiempo. La más mínima vacilación quedará registrada. El signo más pequeño de acercamiento a un compañero castigado, por ejemplo, será apuntado por el preparador físico, Rui Faría, que se comporta como una especie de comisario político. No faltarán los delatores.
Decirle a Alexis que existe una escapatoria sería engañarle. A largo plazo le espera un conflicto. Mientras tanto, que disfrute de su sueldo y que se prepare para intervenir poco en el juego y correr mucho detrás de la pelota. Sobre todo, de los pelotazos que le baje Lukaku de cabeza, síntesis del fútbol más plano, aburrido y elemental que jamás se puso en práctica con más dinero invertido. ●
“Decirle a Alexis que existe una escapatoria sería engañarle. A largo plazo le espera un conflicto”.
“Mientras tanto, que disfrute de su sueldo y que se prepare para intervenir poco en el juego y correr mucho detrás de la pelota”.