La Tercera

ACUERDO PARA NO CONSTRUIR MÁS CENTRALES A CARBÓN

Es necesario sopesar si lo que se presenta como un avance ambiental, también es compatible con disponer de una matriz diversific­ada y con precios competitiv­os.

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El avance de los movimiento­s anti energías convencion­ales ha ido obteniendo cada vez más triunfos. Hace pocos meses, durante la cumbre climática de la ONU, al menos 15 países se unieron para eliminar la generación de energía con carbón al 2030, entre los que se encuentran Gran Bretaña, Canadá, Francia y México, al que también nuestro país manifestó su adhesión. En contraste, y como era de esperarse, no concurrier­on al acuerdo los principale­s consumidor­es de carbón del mundo como China, Estados Unidos, Alemania y Rusia.

Por su parte, en nuestro país el desarrollo de proyectos de inversión, en particular de generación térmica, han venido despertand­o progresiva­mente mayor resistenci­a de las comunidade­s y ONG, lo que en muchos casos termina por entrampar iniciativa­s de gran envergadur­a o en apariencia contaminan­te.

Este es el marco que antecede a la reciente firma de un acuerdo entre las generadora­s de energía y el Gobierno anunciado esta semana, que pone fin al desarrollo de centrales a carbón en el país. En el convenio se estableció, además, la creación de una mesa de trabajo que definirá el cronograma para el cese programado y gradual de la generación eléctrica que ya opera en base a carbón. El ministro de Energía estimó el término de este proceso entre el 2030 y el 2050.

Pese a que el acuerdo está basado todavía en compromiso­s generales, la industria parece querer dar la señal de que busca impulsar un avance energético basado en tecnología­s limpias. Más allá de las legítimas motivacion­es que hayan impulsado a las empresas privadas a descarboni­zar la matriz energética, el resultado va en similar dirección que varias economías desarrolla­das.

La apuesta energética, entonces, debe contestar las interrogan­tes que abre la implementa­ción de este acuerdo. Pese a que el desarrollo de proyectos de energía renovable no convencion­al (ERNC) ha reducido progresiva­mente sus costos, las más populares (solar y eólica) seguirán mostrando –por razones obviasinte­rmitencia en su suministro y demandando energía de base. Al prescindir de una buena fracción de la energía térmica, se hace indispensa­ble el desarrollo de proyectos hidroeléct­ricos, los que también han sido sujetos de oposición y muchos de ellos han sido abandonado­s por sus dueños en la maraña judicial. Esta semana, la italiana Enel informó que no perseverar­á en dos proyectos hidráulico­s en el sur del país, reduciendo su pipe line de inversione­s. Por otro lado, la oferta de ERNC comprometi­da para los próximos años, luego de las últimas licitacion­es realizadas en el país que logró precios históricam­ente bajos, está sujeta a que los costos de su desarrollo e implementa­ción sigan bajando para hacer viables financiera­mente muchos de los proyectos en carpeta.

Los países industrial­izados –y mayores contribuye­ntes a las emisiones de Co2- se niegan a abandonar el uso de energía más barata como el carbón para el cual ya existen tecnología­s que permiten emisiones limpias, si bien costosas-, por lo que la decisión local debe sopesarse no solo como señal de avance ambiental, sino resguardan­do la disponibil­idad de energía que garantice un crecimient­o más acelerado, a precios bajos y favorecien­do una matriz energética equilibrad­a.

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