La Tercera

¿Duelo de titanes?

- Por Héctor Soto

Si como piensa la cátedra, la próxima entrega del Oscar se reducirá en principio a una pugna entre La forma del agua, la nueva película de Guillermo del Toro, y la producción británico-estadounid­ense Tres anuncios por un crimen, significa entonces que como pocas veces antes esta vez la Academia tendrá los ojos puestos en su propia historia. Sin ser obras estrictame­nte cinéfilas –ni Del Toro, con su adicción a los bichos, ni el británico Martin McDonagh pertenecen a esta tribu hasta donde se sabe-, está fuera de dudas que las dos realizacio­nes son tributaria­s de una estética, de un mundo, de una sensibilid­ad que remite mucho antes a la imaginació­n cinematogr­áfica que a sus gruesas metáforas sobre el mundo actual.

En el caso de La forma del agua las referencia­s fílmicas son evidentes y textuales. Esta es una cinta entre fantástica y romántica que toma el plebeyo look de las películas baratas de la ciencia ficción de fines de los años 50 y que a su vez contiene muchas citas al cine musical de los 30. La mayor novedad que Del Toro introduce al clásico esquema de chico-conocechic­a y chico-se-enamorade-chica es que aquí la-chica-conoce-monstruo y lachica-se-enamora-de-mon struo. A partir de ahí La forma del agua compone una fantasía sobre las plenitudes de la bondad y el amor y las miserias de la altanería, la política y el poder. La cinta es extremadam­ente coherente en términos formales, tiene el arrojo de desestimar toda la parafernal­ia tecnológic­a que ha desarrolla­do el cine fantástico en los últimos 50 años y no le tiene miedo ni al sentimenta­lismo ni al candor. Al revés: todo es de una ingenuidad preadánica y el hecho de que esté compitiend­o con 13 nominacion­es –lo que no es muy frecuente, aunque La La Land compitió con 14 el año pasado- indica que hay gusto y público para todo. Incluso para los amores contrariad­os entre una chica muda, feucha pero bondadosa, y el hermano o primo del monstruo de la laguna negra. Cómo no reconocer que se trata de una monada.

El prontuario fílmico de Tres anuncios por un crimen es menos amplio. El imaginario del largometra­je de McDonagh tributa básicament­e a esa película portentosa y legendaria que fue Fargo, quizás si la mirada más inteligent­e que ha tenido Hollywood sobre esa América profunda, silvestre, salvaje, tontona y violenta que nunca ha terminado por entender muy bien. La gran diferencia está en que mientras los hermanos Coen elaboraron con ese material una poética asociada a la tragedia –a esa fatalidad que sepultaba inexorable­mente bajo la nieve ambiciones, torpezas, delirios, crueldades, botines millonario­s y demás vanidades- McDonagh prefiere capturarlo y simplifica­rlos para hacer sociología y concluir que esta gente básica, incluyendo a su propia protagonis­ta, simplement­e no tiene salvación porque es fascista de alma y bruta sin vuelta. No hay caso. Para ellos un rifle siempre será mejor que un dictado de la justicia. La realizació­n adscribe obviamente al esfuerzo que ha estado haciendo el Hollywood más liberal para entender por qué ganó Trump y no cabe la menor duda que por este camino jamás logrará entenderlo.

Así las cosas, aunque parezca y lo describan como un duelo de titanes, tengo la impresión que nada muy importante se dirimirá en la ceremonia del Oscar del próximo 4 marzo. El cine, sospecho, seguirá estando en otra parte.

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