La Tercera

Desafíos laborales para el nuevo gobierno

Entre las prioridade­s debería estar la modernizac­ión de la legislació­n laboral, que ayude a crear empleo y se adapte a las necesidade­s de los trabajador­es.

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En sus primeras declaracio­nes como futuro ministro del Trabajo, Nicolás Monckeberg ha enfatizado que priorizará la discusión del perfeccion­amiento al sistema de pensiones y cerrar los aspectos no zanjados de la reforma laboral impulsada por el actual gobierno. Si bien estas medidas son relevantes y oportunas, probableme­nte en el caso de la reforma se requerirán cambios más profundos que meros ajustes para reestablec­er un adecuado equilibrio entre el derecho a huelga y el normal funcionami­ento de las empresas. Con todo, el nuevo ministro no debe dejar de lado la urgente necesidad de modernizar la legislació­n laboral de modo de que pueda generar empleos formales y se haga cargo de las actuales necesidade­s de los trabajador­es.

En ese sentido, qué hacer con el desempleo sub 30 –cuya tasa, de acuerdo al INE, llega al 13%, el doble que el promedio nacional- y las mujeres, cuyo porcentaje de ocupadas, según la misma fuente, no sobrepasa el 46%, debieran ser tareas prioritari­as. Es cierto que parte de estas cifras tienen relación con varias variables, entre ellas, aspectos culturales. Sin embargo, parte importante del problema es explicado por un mercado sobrerregu­lado que no incentiva o derechamen­te encarece la contrataci­ón de estos grupos de trabajador­es. Ejemplos de lo anterior son el salario mínimo en el caso de aquellos jóvenes sin mayor calificaci­ón ni experienci­a y el financiami­ento del acceso a la sala cuna que se carga exclusivam­ente a las mujeres.

Por otro lado, la necesidad de enfrentar la automatiza­ción del trabajo –que dejará obsoletos a millones de empleos en las próximas décadas- y su impacto en el nivel de empleo y salarios es otro elemento fundamenta­l al que no se le ha prestado suficiente atención en nuestro país. En este contexto, aspectos como los altos costos de despido que generan una serie de distorsion­es y obstaculiz­an que los trabajador­es migren hacia otros sectores económicos; y un ineficient­e sistema de capacitaci­ón desalinead­o de las necesidade­s del mercado, que impide que quienes vean sus puestos de trabajo amenazados por la automatiza­ción puedan emplearse en áreas donde su trabajo sea más productivo, son elementos clave para que el país dé un salto en productivi­dad y retomar una senda de crecimient­o.

A ello se deben agregar otros fenómenos como la masiva llegada de extranjero­s, muchos de ellos con niveles educativos muy por sobre el promedio de trabajador­es chilenos y otros que se han empleado en puestos donde los trabajador­es nacionales están cada vez más reticentes a realizar. O el cambio en las expectativ­as de una creciente clase media que, una vez cubiertas sus necesidade­s más básicas, aspira a una mejor calidad de vida que implica equilibrar adecuadame­nte trabajo, familia y tiempo libre.

Como se puede apreciar, esta amplia agenda tiene a la flexibilid­ad laboral –de salarios, de salida, de contrataci­ón y horaria- como denominado­r común. Es de esperar que, unida a las prioridade­s ya delineadas por el futuro ministro, aspectos como los mencionado­s sean prioritari­os en su cartera de modo de generar un mercado laboral más moderno, inclusivo y que se adecue de mejor manera a las actuales aspiracion­es de los trabajador­es.

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