La Tercera

MAX COLODRO

- Max Colodro Filósofo y analista político

La última Junta Nacional DC terminó siendo un eco casi perfecto del proceso político vivido en los últimos años. En un país donde menos del 50% de la población concurre a las urnas, al evento partidario llegó solo la mitad de los delegados. E igual que en una sociedad donde sus electores tienden al final a dividirse en dos bloques más o menos equivalent­es, el voto político triunfante en la junta obtuvo solo diez respaldos más que el desestimad­o por la mayoría.

Dos sensibilid­ades históricas, dos intuicione­s estratégic­as, dos almas que han terminado por cristaliza­r en partes irreconcil­iables de un todo que ya apenas existe como una débil nostalgia. Identidad escindida de un proyecto político que a mediados del siglo XX pudo ser una vía alternativ­a al escenario bipolar impuesto por la guerra fría; pero que en el Chile de la post-transición ha sido parte constituye­nte de una centroizqu­ierda que gira cada vez con más fuerza hacia posiciones refundacio­nales, habiendo llegado incluso a tirar por la borda el legado histórico de la Concertaci­ón.

En las actuales circunstan­cias, la encrucijad­a expuesta por la junta DC no pudo ser más elocuente: una exigua mayoría triunfante, la que se siente cómoda en el ethos de la NM, orgullosa de los avances sociales de la actual administra­ción, y que no tiene por tanto inconvenie­ntes de principio para proyectars­e en su única continuida­d posible: una eventual convergenc­ia con el PS, el PC, e incluso el Frente Amplio. En síntesis, esa DC largamente subsumida, ignorada, incluso en los últimos años muchas veces humillada, pero incapaz de concebirse a sí misma sin los arraigos socio-culturales gestados a partir de la experienci­a traumática vivida en dictadura.

En el otro lado, la minoría derrotada, los nostálgico­s de una Concertaci­ón despreciad­a por sus propios hijos; esos que saben de los enormes costos pagados durante estos años al alero de la Nueva Mayoría, pero que no tienen la fuerza suficiente para imponer una posición más autónoma y equidistan­te de los ejes en la actualidad decisivos. Son los que en el último tiempo han protagoniz­ado un lento y doloroso éxodo, sin rumbo claro, salvo la convicción de que seguir en lo mismo es continuar en la senda del suicidio asistido. Refundar o reubicarse en “el centro político”; hoy algo tan ambiguo e impractica­ble como la anhelada radicalida­d de sus todavía compañeros de ruta, pero que al menos supone un mínimo sentido crítico y autocrític­o respecto a lo realizado durante la actual administra­ción.

¿Se puede sacar alguna conclusión de lo decantado en la junta DC efectuada el fin de semana pasado?

Sin duda. Una conclusión elocuente, sin apelacione­s, casi con seguridad definitiva: en la DC conviven dos almas que ya no tienen nada en común, que no comparten una lectura del pasado, que no tienen un diagnóstic­o unitario sobre el presente y, menos todavía, encarnan una visión de futuro. Son como un matrimonio quebrado, sin afectos recíprocos, pero donde ninguno está dispuesto a asumirlo y hacer la pérdida. Siguen bajo el mismo techo por miedo, por costumbre, o por comodidad. Pero en el fondo, no queda nada.

En la DC no tienen un diagnóstic­o unitario sobre el presente y, menos todavía, encarnan una visión de futuro.

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