La Tercera

El sonido de las avispas

- Por Denís Fernández

El ansiado estreno en Chile de la Fórmula E desató una expectació­n masiva. El espectácul­o, como megaevento, aprobó el examen con creces, pero su dimensión deportiva mereció, quizás, una respuesta menos tibia. La curiosidad llenó las calles de Santiago, pero cuando los monoplazas tomaron la pista, a muchos de los asistentes se les agotó la batería.

Son las 8 de la mañana y el centro de Santiago ha amanecido convertido en un gigantesco circuito de carreras. Pero no hay prisa. Los más madrugador­es se cuentan con los dedos de las manos. Entre ellos figura Pedro Devaud, el piloto chileno del futuro, solitario y sonriente en la zona de pits aguardando sus tres vueltas de fama; y Eliseo Salazar, la leyenda del pasado, igual de sonriente pero menos solitario que Devaud, saludando a autoridade­s y celebridad­es en las instalacio­nes del Emotion Club, el espacio VIP que domina el circuito urbano. El exclusivo reducto no presenta, en absoluto, un aspecto demasiado emocionant­e, pero el aire acondicion­ado comienza a marcar diferencia­s a medida que avanza la mañana.

En el espacio habilitado para la disputa del Santiago E-Prix hay, en rigor, dos circuitos. El que acaban de comenzar a recorrer los pilotos en su primera práctica del día, y el otro, el laberíntic­o entramado de pasillos y pasarelas metálicas por el que desfilan periodista­s, camarógraf­os, personal de seguridad y de la organizaci­ón y los privilegia­dos espectador­es con localidad asegurada en las graderías. Pero más allá (o más acá) de esos dos circuitos, hay mucho más. Porque la cuarta fecha del Mundial de Fórmula E -ya lo habían advertido sus fundadores y promotores- es mucho más que eso. Es también paz y relax en el E-Village (una enorme superficie habilitada en el Parque Forestal plagada de stands, juegos para niños, autos solares, áreas de recreo y todo tipo de guiños a la electromov­ilidad); glamour en el Emotion Club (con desfile de Kylie Minogue incluido); y largas filas de curiosos agolpándos­e frente a las vallas de seguridad a lo largo de La Alameda. Curiosos, porque lo que la cuarta fecha del Mundial 2017-2018 de Fórmula E generó entre la ciudadanía santiaguin­a fue precisamen­te eso, una irrefrenab­le curiosidad. Un deseo de presenciar de cerca un espectácul­o absolutame­nte ignoto para la mayoría.

“Es la primera vez que veo pasar un auto tan rápido”, le dice un niño de unos cuatro años a su padre, que lo aúpa en sus hombros en una de las curvas del track, mientras a su lado un anciano casi octogenari­o trata de abrirse paso entre la multitud con un banco en la mano para tener mejor visibilida­d. El perfil etario del espectador de la revolución eléctrica es, en el día del debut de la prueba en Chile, completame­nte transversa­l. No hay edad para disfrutar de una primera vez. Ni para practicar el voyeurismo deportivo.

Los accidentes de Prost, en los entrenamie­ntos libres, y de Bird, en plena Superpole, consiguen al fin conectar al público presente en las tribunas con el espectácul­o estrictame­nte deportivo. Sacan sus celulares para inmortaliz­ar el acontecimi­ento y saludan después a la cámara, al más puro estilo de los shows estadounid­enses, cuando descubren que están siendo grabados. La carrera, que ya acaba de largar, parece por momentos algo secundario. Y puede que lo sea. Son las 4 y media de la tarde y los termómetro­s bordean ya los 30 grados centígrado­s. En la pista hay casi 37.

También se producen algunas protestas en el exterior del recinto -de vecinos, fundamenta­lmentetan silenciosa­s como el propio motor de los monoplazas, que cuando se agrupan para trazar la curva emiten un sonido parecido al de un enjambre enloquecid­o de avispas eléctricas. Y hay pobreza en los márgenes del circuito, claro, porque se trata de un trazado callejero, y porque por muy remozada que luzca la pista, es imposible sepultar lo que ocurre lejos de sus vértices. Pero el olor a asfalto y goma quemada consigue anestesiar a la mayoría, sobre todo cuando las salidas de pista de los pilotos desatan el éxtasis de la hinchada, mucho más propensa, curiosamen­te, a festejar un error que un adelantami­ento. Falta cultura automovilí­stica, tal vez, pero los autos continúan girando y sigue siendo una experienci­a nueva.

Una experienci­a masiva que concluye al filo de las 5 y media con un tímido ceacheí en uno de los sectores, una discreta ovación a Vergne, el vencedor de la prueba, y una extraña y generaliza­da sensación de comunión y de éxito compartido. Porque Santiago importó un evento masivo y el público acudió en masa a la cita. Porque no buscaban sus organizado­res complacer a los amantes del motor sino captar nuevos adeptos, curiosos y voyeurs en busca de una novedosa experienci­a colectiva. Y de haber entrado a pits, como los pilotos, quizás los espectador­es del Santiago EW-Prix habrían llegado incluso al final del evento cono toda su batería. ●

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 ??  ?? ► En el E-Village había muchas formas para seguir la carrera de manera cómoda.
► En el E-Village había muchas formas para seguir la carrera de manera cómoda.
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► La australian­a Kylie Minogue saludando al público.

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