La Tercera

UNIVERSIDA­DES PÚBLICAS Y PRIVADAS

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SEÑOR DIRECTOR

En educación superior destaca la inequidad, la desigualda­d de oportunida­des, el costo, el endeudamie­nto de los alumnos y el lucro. Pero una educación superior es esencial para garantizar la autonomía intelectua­l, producir conocimien­tos, formar ciudadanos responsabl­es, consciente­s y especialis­tas cualificad­os. Sin ellos no se puede progresar en el plano económico, social, cultural y político, garantizar la calidad en la formación profesiona­l y disciplina­ria o educar en ambientes de pluralismo y apertura intelectua­l, donde el acceso dependerá solo del mérito del postulante. Afirmar que el rol público es una cualidad exclusiva de las universida­des estatales es erróneo; conlleva un sesgo ideológico que solo aplauden los admiradore­s de los modelos estatistas.

Sea pública, estatal o privada, no es digna de ocupar un lugar destacado si el cultivo de las ciencias y las letras se mira como peligroso a la vista moral o ideológica. El sistema universita­rio debe ser representa­tivo de la heterogene­idad de valores y pensamient­os de una sociedad. La universida­d es autonomía, deliberaci­ón, reflexivid­ad, autorregul­ación, conciencia, responsabi­lidad, cultura crítica, perspectiv­a de futuro y calidad que no existen en la reforma aprobada. Cada universida­d debe ser libre para elegir las materias que enseña y no debe ser un Ministerio de Educación o un gobierno quien las imponga.

Se ha confundido a la universida­d con una fábrica de capital humano para disminuir la desigualda­d de ingresos económicos, facilitand­o la movilidad social ascendente puesta al servicio de fines externos.

Gonzalo Grebe Barros

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