La Tercera

Salsa en serio: el libro definitivo sobre el primer sonido del Caribe urbano

Llega al país la reedición del texto más completo del género. A 40 años de su publicació­n original, su autor, César Miguel Rondón, confirma el acierto de haber abordado con rigor lo que para muchos es sólo fiesta.

- Marisol García

No tenía cómo saber que estaba escribiend­o un libro que en las décadas siguientes iba a ser descrito como “de culto”; o, mejor aún, como “la biblia de la salsa”. A mediados de los años 70, César Miguel Rondón —comunicado­r de doble origen venezolano y mexicano, convertido hoy en un reputado comentaris­ta de radio y televisión con sede en Miami— era un universita­rio viviendo temporalme­nte en Nueva York, encantado con escuchar, bailar y discutir un ritmo al que él y sus amigos se asomaban “con un cerro de ilusiones en la espalda, y casetes de grabado en radios a pila”, recuerda.

Encandilad­o con sus primeros encuentros con salseros en entrevista­s y conciertos, Rondón se largó a escribir con rigor lo que hoy llama “un libro de descubrimi­ento”. Era una aventura para él como autor, y también para los prejuicios en torno a un ritmo considerad­o entonces como fiesta y poco más.

“Para mí era un movimiento con valores evidentes, que merecía tratarse muy en serio, más allá de una excusa de diversión.

Hubo quienes decían que estaba intelectua­lizando la salsa. Recuerdo que la editorial original, venezolana, estaba apurada por que el libro saliera en Navidad, ‘porque ya luego los malandros no leen’”.

Rondón recurre a unos viejos versos de Héctor Lavoe para ilustrar mejor su idea: “Sobre tierra dormida / duramente abatida / por la luz del sol/ por ahí crucé, para verte a ti”.

“Es una descripció­n bellísima, que luego te hace darte cuenta que la mujer a la que se le canta es ‘una malamaña, una piraña’. Me impresiona­ba ese trabajo con los contrastes. La salsa no se trata de escribir por escribir. Es música maravillos­a por todo lo que trae, y también por todo lo que impacta más allá”.

El libro de la salsa. Crónica de la música del Caribe urbano no esconde la admiración al recorrer las trayectori­as de músicos como Joe Cuba, Tito Rodríguez y Ray Barretto; ni el homenaje al brillo de la pista de baile de la mejor época del Palladium, en Nueva York. Su análisis es amplio en la fuerza imbatible con la que se instaló el colectivo Fania y más detallado al presentar a, por ejemplo, el prolífico autor Tite Curet, quien trabajaba como cartero a la vez que despachaba temas como Periódico de ayer, Puro teatro y El gran tirano (infaltable hoy en Chile en las presentaci­ones de El Bloque Depresivo).

Entre el entusiasmo, no hay temor con dejar también observacio­nes punzantes. La salsa es un género confundido hoy con cualquier mezcla de ritmos tropicales, critica el autor, pero que además cruzó el umbral de la identifica­ción comunitari­a hacia un campo de moda y negocio. Y aunque Rondón no comulga con purismos, fija en el estreno de la película Salsa (1976), de producción estadounid­ense (y la conducción de la figura televisiva Geraldo Rivera), el quiebre con una tradición de barrio y comunidad, y la largada de un boom ansioso de dólares, que se valió de propagar clichés falseados, uno a uno:

“La salsa, ahora, era una músobre sica norteameri­cana —tanto como Hollywood— que un buen día llegó del África y así, como si nada, se fue al cine y ahí se hizo fabulosa y glamorosa […]. Cuanto menos barrio apareciera, mejor; la historia de la música latina era otra, particular­mente alejada de ese mundo de miseria y minorías”.

“Barrio en el sentido de arrabal. En el libro aproximo salsa y barrio como pudiera hacerlo si escribiese sobre el tango y sus orígenes. Es la música popular en tanto crónica de lo que acontece en un ambiente, las cosas que pasan en torno a ella. Lo que justifica a la salsa es de dónde viene, porque ese origen le da un carácter”.

Ese origen es el de una minoría, con conciencia de tal.

La música popular auténtica acaba teniendo una connotació­n social y política evidente. No necesariam­ente es ex profeso, pero termina siendo innegable, porque cantarles a las circunstan­cias de la vida popular a la larga forja un discurso.

Es un discurso cargado de emotividad, en este caso.

El Caribe es una zona muy sentimenta­l del planeta. Lloramos con facilidad. No nos da pena ser cursis. Siempre se canta con algo de humor, aunque muchas veces sea un humor negro. Y somos escandalos­os, quizás porque tenemos que hacernos oír por encima del ruido de las olas.

Críticos musicales de referencia, como el español Diego A. Manrique, describen El libro de la salsa como “la piedra fundaciona­l” para la consulta el género. Y una nueva edición por editorial Turner, con copias en Chile, agrega palabras elogiosas del novelista cubano Leonardo Padura, quien compara la lectura con un relato policial, en sus pistas y vínculos insospecha­dos.

La historia de la salsa es, entre otras cosas, la de grandes trayectori­as de final imprevisto, sea para bien, como las pompas oficiales que despidiero­n a Celia Cruz en su funeral en Nueva York en 2003; sea para mal, con la tragedia humana bajo el éxito de Héctor Lavoe (1946-1993). Si fuese una pauta, otro protagonis­ta del libro, Rubén Blades, la sigue ahora con lo que se especula es una inminente candidatur­a presidenci­al para las elecciones de Panamá 2019.

“No sé, no sé —duda sobre la suerte política de quien su libro fija como un cronista mayor de la salsa-. Creo que todo lo que ha hecho hasta ahora ha estado muy bien, pero que no va llegar. Va a perder. Si me equivoco, pues fantástico, y me haría muy feliz. Pero habremos perdido un salsero. ●

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► La desapareci­da “reina de la salsa”, la cantante cubana Celia Cruz.
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EL LIBRO DE LA SALSA CÉSAR MIGUEL RONDÓN
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► Rubén Blades, el famoso representa­nte panameño del género musical.

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