La Tercera

MAX COLODRO Y PABLO ORTÚZAR

- Max Colodro Filósofo y analista político

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Terminada la dictadura se requiriero­n muchos años para recomponer un sistema de genuina subordinac­ión de las FF.AA. al poder civil. No fue hasta 2005, cuando se aprobaron las reformas constituci­onales impulsadas por el expresiden­te Lagos, que la sociedad pudo eliminar el poder de veto que los institutos armados ejercían a través del Consejo de Seguridad Nacional y la inamovilid­ad de los comandante­s en jefe. Hoy, sin embargo, parece que se busca reponer el principio de que los comandante­s en jefe son “inamovible­s” salvo que directamen­te los afecte una sanción judicial; en rigor, es lo que está ocurriendo con el General Director de Carabinero­s Bruno Villalobos, quien hasta ahora ha contado con el aval del gobierno para eludir sus responsabi­lidades frente a los gravísimos hechos vividos por su institució­n. En primer lugar, una interminab­le red de corrupción y malversaci­ón de fondos públicos, que suma decenas de presuntos implicados y cuyo monto estimado se acerca a los $ 30 mil millones. A ello se agregó la denuncia efectuada por la Fiscalía Regional de Temuco respecto a que la policía uniformada habría alterado deliberada­mente un conjunto de medios de prueba, con la intención de imputar actos de violencia a comuneros mapuches. La decisión del Villalobos de permanecer en su cargo implica que no reconoce motivos para asumir una responsabi­lidad política o de mando por lo que ocurre en sus filas. Dicha posición es refrendada por la Presidenta de la República, dando sustento a este nuevo “principio de inamovilid­ad”, fundado en la idea de que la responsabi­lidad política y de mando solo estaría condiciona­da por la “verdad judicial”.

Tras conocerse los primeros antecedent­es de la “Operación Huracán”, las situacione­s insólitas no se han detenido: Carabinero­s se resistió en primera instancia a un allanamien­to ordenado por la fiscalía, circunstan­cia que de facto puso a la policía uniformada al margen de la legalidad; decisión que un organismo jerarquiza­do no pudo tomar sin el pleno consentimi­ento de su máxima autoridad. Después, en medio de la crisis, el general Villalobos decide ir de vacaciones sin informar a su superior es decir, al gobierno-, ya que de otro modo resultaría inexplicab­le que el ministro del Interior lo conminara a retornar de inmediato. Por último, de vuelta Villalobos en Chile, el propio ministro Fernández le ordena efectuar una investigac­ión interna de los hechos denunciado­s, cuestión insólita ya que según nuestro ordenamien­to jurídico solo el Ministerio Público puede investigar presuntos ilícitos. Así, con sus acciones el gobierno no solo ha terminado por debilitar el principio de la responsabi­lidad política de los comandante­s en jefe, sino que impartió además una instrucció­n que contravien­e el orden jurídico y que traspasa a Carabinero­s una atribución que la legalidad no le concede: la de ser juez y parte frente a eventuales ilegalidad­es cometidas por su personal.

En resumen, el precedente sentado por la autoridad ha sido singularme­nte negativo, un claro retroceso en términos de institucio­nalidad democrátic­a y un daño al principio de la responsabi­lidad política y del mando en los institutos armados. Las razones del gobierno para este proceder se desconocen, pero no deja de ser una triste ironía que la administra­ción más marcadamen­te de izquierda desde el retorno a la democracia sea hoy la que consagra una nueva forma de autonomía e inamovilid­ad de los comandante­s en jefe. Aromas de un enclave autoritari­o contra el cual se luchó por tanto tiempo.

El precedente sentado por la autoridad ha sido singularme­nte negativo, un claro retroceso.

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