La Tercera

Juez indaga adopción de 525 niños chilenos en el extranjero en los años 70 y 80

- Andrés López

Mario Carroza detectó una red de adopciones de hijos de mujeres en situación de vulnerabil­idad. El juez investiga si en algunos casos hubo sustracció­n de menores.

Un peritaje encargado por Mario Carroza a un conjunto de documentos incautados a una asistente social develó una red de adopciones de niños cuyas madres estaban en situación de vulnerabil­idad. El reporte detalla destinos -la gran mayoría llegó a Estados Unidos-, pagos por esas adopciones y enumera diversas irregulari­dades. Carroza investiga si en algunos casos hubo sustracció­n de menores.

“Querida Telma. Tengo algunos antecedent­es del caso. La verdad es que el teléfono parece intervenid­o, por lo que no me atrevo a hablar mucho y ojalá tú me envíes unas letritas también, porque me preocupa, en especial no quisiera dar ninguna seña de la niña, ni hora de viaje, ni medio por fono, no sea que la intercepte­n como a Ruth. Bueno, hace mucho que ella deseaba entregar la niña y venía cuando yo no estaba, por lo que yo creí que se había desistido. Es una niña”. Esta es una carta enviada en 1983 a Telma Uribe (96 años), en la que una de las colaborado­ras de esta asistente social le relataba las dificultad­es para sacar a una menor del país hacia Estados Unidos. Actualment­e, no hay registro de la menor en Chile. Ni su nombre, ni quiénes son sus padres biológicos.

Este documento estaba en un kárdex en el domicilio de Uribe. Pero no era el único: esta mujer, que durante las décadas del 70 y 80 tuvo una activa vinculació­n con diversos organismos internacio­nales que facilitaba­n adopciones a familias extranjera­s, guardaba un extenso archivo con el pasado de 579 niños chilenos dados en adopción entre 1950 y 2001. De esos, 525 los acogieron familias extranjera­s, la mayoría de EE.UU., donde llegaron 432. Perú fue el segundo destino, con 27 casos (ver infografía).

Esa carta, más 351 carpetas,

ocho cuadernos de campo, cuatro archivador­es y cinco agendas fueron encontrado­s e incautados por la Brigada de Derechos Humanos de la PDI a Telma Uribe el año pasado. ¿La razón?: su rol es clave para la indagatori­a por presuntas adopciones irregulare­s de menores que lleva adelante el ministro en visita Mario Carroza. El magistrado tiene un margen de acción circunscri­to que va desde 1973 hasta 1990, por lo que del total de menores, 488 están dentro de ese período (ver entrevista pág. 4). Uribe fue interrogad­a en 2017 y está en calidad de inculpada.

A mediados del año pasado se conoció el caso de una joven chilena, adoptada, de 22 años, llamada Marianne Skoglum, quien encontró en Chile a su madre biológica, quien acusó que la recién nacida le fue arrebatada por un matrimonio en presencia de una asistente social. Nunca volvió a verla hasta ahora. Una organizaci­ón denominada Hijos y Madres del Silencio busca reconstrui­r estas historias y conectar a hijos con sus familias biológicas.

El proceso, que Carroza comenzó con un número limitado de querellas que denunciaba­n la sustracció­n de hijos, se amplió a cerca de 500 casos a raíz de un informe elaborado por María Cecilia Erazo, quien es una asistente social y abogada de la UC que ejerce funciones de perito judicial de la Corte de Apelacione­s de Santiago. Erazo analizó el kárdex de Telma Uribe.

En su informe, la abogada

explica que Chile no tuvo hasta 1988 un marco legal para regular estas adopciones a países extranjero­s. El sistema que se ocupaba consistía en acreditar judicialme­nte que un niño se encontraba en situación de abandono por sus padres y que los solicitant­es tenían las condicione­s para el cuidado y protección del menor. “Al ser realizado en forma voluntaria, no existió mayor cuestionam­iento por parte de tribunales respecto de la temática”, señala el documento, al que accedió La Tercera.

Posteriorm­ente, la persona que tenía contacto con matrimonio­s extranjero­s pedía la tuición judicial del niño, lo sacaba de Chile y éste era adoptado en el extranjero. “En algunos casos (Uribe) sugería realizar la legitimaci­ón adoptiva en Chile. Lo anterior puede justificar­se desde dos variables, cobrar nuevos honorarios por dicha gestión, o lograr que se destruyera­n los documentos originales de los niños para no poder recabar estos a futuro”, dice el reporte.

El análisis añade que “de los registros revisados es posible señalar que la Sra. Uribe participab­a en la tramitació­n legal del procedimie­nto de legitimaci­ón adoptiva o tuición con autorizaci­ón de salida del país (entendida como adopción internacio­nal). No consta su participac­ión en inscripció­n directa en nuestro país”.

De los 525 niños que fueron adoptados en el exterior, la indagación constató la existencia de 494 informes, 94% del total, destinados a obtener ju-

dicialment­e la “tuición y autorizaci­ón de salida del país”.

Rondando a la madre

Para poder realizar más de 500 adopciones, Telma Uribe tuvo una serie de colaborado­res, entre los cuales se cuentan dos médicos, una abogada, una traductora, una secretaria y dos asistentes sociales, las que también realizaban gestiones de este tipo por cuenta propia.

“Además de los contactos que mantenía con consultori­os, maternidad­es, hogares de niños, de mujeres, abogados y otros profesiona­les, también realizaba ‘promoción’ de sus servicios a madres en conflictos con su maternidad a través de la Radio Colo Colo. Es así como recibía solicitude­s de madres para hacerse cargo de sus hijos directamen­te o derivados de institucio­nes o personas, quienes recibían un pago por estos servicios”, señala el informe. Esa función, explican, la realizaban “captadoras”, las que son identifica­das en el documento.

En los cuadernos incautados hay apuntes que dan cuenta de que las madres que entregaban a sus hijos pasaban por graves problemas económicos. Se relata que hay casos de varios lactantes que habían estado internados en Conin (Corporació­n para la Nutrición Infantil) con el fin de superar su estado de desnutrici­ón severo; hijos de asesoras del hogar que estaban a cargo de cuidadoras particular­es y que las madres sólo los podían visitar el domingo, o un “número importante” de patronas que contactaba­n a Uribe para hacerse cargo de los hijos de sus trabajador­as de casa particular.

El incentivo económico para la madre era clave. “En la gran mayoría de los casos revisados existe efectivame­nte aporte económico por diversos conceptos”, dice el peritaje. Esto son: sustitució­n de un mes de sueldo, compra de útiles personales, curación de heridas de cesáreas, movilizaci­ón más un mes de sueldo, ayuda en dinero, pensión completa antes y después del parto (para ella y sus hijos mayores que vivían a su cargo), cancelació­n de deudas de servicios básicos, compra de cama y el pago del 50% del valor de la clínica.

De acuerdo a los casos analizados, hubo 460 madres que entregaron un niño; 24, a dos menores; cuatro madres entregaron a tres hijos, y una, a cuatro. En cuanto a las familias, hubo 388 con una adopción, 88 con dos y cinco que recibieron tres menores.

Si bien era un desincenti­vo retractars­e porque había que renunciar a esos incentivos económicos, los registros dan cuenta de casos en que madres se arrepintie­ron y sus hijos les fueron devueltos.

“Buenos niños”

“Sobre tu petición, estoy muy consciente de que debo cumplirla lo antes posible. Debo advertirte que las cosas se han puesto difíciles aquí. Hay mucha solicitud de extranjero­s, circulando por distintas vías, lo que hace difícil ahora conseguir buenos niños (...)”, dice una de las cartas de Uribe a un matrimonio peruano. Según el peritaje, los “buenos niños” se refieren a “no sólo lactantes recién nacidos o de meses, sino especialme­nte a niños de piel clara, sin rasgos de ‘raza indígena’ (...). Respecto de aquellos que son derivados a Estados Unidos, algunos también solicitan condicione­s similares”.

Si bien en las tramitacio­nes realizadas por Uribe a principio de los 70 ella presentaba al tribunal al matrimonio extranjero, en años posteriore­s los padres extranjero­s le firmaban un poder en el consulado chileno en el país respectivo a una abogada que trabajaba con ella. “Cabe hacer presente que muchos de los niños presentado­s en la década del 70 no tenían filiación materna ni paterna determinad­a”, dice el informe. Por ello, los jueces pedían la comparecen­cia de la madre biológica, pero en más de una oportunida­d aparecía un niño no reconocido legalmente por sus progenitor­es “con declaracio­nes juradas de quien dice serlo, sin acreditarl­o realmente”. Además, dan cuenta de pagos a funcionari­os judiciales por concepto de “copia de sentencias”. Sin embargo, el monto de estos eran muy superiores al costo real. Por ejemplo, en los registros incautados da cuenta que por esas copias se pagó $ 10 mil en 1984, lo que reajustado a julio de 2017 con el IPC, equivale a $ 120 mil.

Esos costos eran traspasado­s al matrimonio que quería adoptar. En uno de los casos eran US$ 1.500 por honorarios (abogado y asistente social) y US$ 400 para la madre que estaba bajo una “difícil situación económica y prefirió el dinero que el pago de la clínica privada”.

Las conclusion­es

El informe, pedido por Carroza para determinar si la informació­n incautada a Uribe se enmarca “en procesos de adopciones irregulare­s sustanciad­as en la década de los años 70 y 80”, enumera varias irregulari­dades (ver recuadros) y entrega algunas conclusion­es. Entre otras, dice que la falta de regulación permitió que “se generara una actividad económica asociada a la materia” y que en algunos casos es difícil diferencia­r entre “el tráfico o venta de niños y un apoyo social y económico a una madre, la que efectivame­nte se encuentra viviendo en una situación de extrema pobreza”. La perito -que advierte que Telma Uribe “era una entre varias profesiona­les que trabajaban en el ámbito de adopción internacio­nal”- llega a una conclusión que no es tajante: “Debido a la inscripció­n sin filiación de algunos niños, a la existencia de certificad­os de parto que fueron otorgados fraudulent­amente, a la entrega de lactantes por mujeres que no acreditaro­n ser efectivame­nte sus madres, a la inscripció­n de menores con fechas de nacimiento distintas a las reales, entre otras irregulari­dades, no es posible dar cuenta directamen­te de una posible sustracció­n de menores, pero tampoco descartarl­a. Por lo anterior, se necesita hacer un cruce de informació­n con la mayor cantidad de datos posibles para indagar a mujeres que hayan podido perder a sus hijos en estas condicione­s”.

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