La Tercera

Póngale el cascabel al gato

LA DEUDA HOSPITALAR­IA ALCANZÓ NIVELES NUNCA ANTES REGISTRADO­S. EL DESAFÍO ES TRANSFORMA­R A LOS HOSPITALES EN EMPRESAS PÚBLICAS CON AUTONOMÍA DE GESTIÓN.

- Economista Rodrigo Castro

La deuda hospitalar­ia ha alcanzado niveles nunca registrado­s en la historia reciente de nuestro sistema de salud. Durante los últimos 10 años se ha incrementa­do a un promedio anual de 20% real, alcanzando un máximo de casi $350.000 millones en octubre del año pasado. Éste es un problema permanente y estructura­l para los Servicios de Salud y principalm­ente para los hospitales de alta complejida­d, como consecuenc­ia de los mayores gastos por sobre el presupuest­o asignado a cada establecim­iento.

Hay diversos factores que explican esta anomalía. Así, por ejemplo, está la subvalorac­ión de los aranceles donde los precios que se fijan para las prestacion­es no estarían cubriendo los costos reales de las mismas. En efecto, la evidencia demuestra que los recursos entregados por Fonasa a los hospitales públicos solo representa­n un 56% del total que estos requieren. Ahora bien, es valioso el esfuerzo que está haciendo Fonasa por avanzar en una modernizac­ión del sistema de financiami­ento buscando sincerar los costos hospitalar­ios y cambiar los mecanismos de pago ajustándol­os al riesgo real de cada paciente. Con todo, se debe profundiza­r en mecanismos que promuevan la eficiencia y calidad de la atención, alineando los incentivos del financiado­r y el prestador.

No obstante lo anterior, la dualidad que mantiene el Minsal en la compra y venta de prestacion­es a través de Fonasa y los hospitales genera ineficienc­ias. Es importante modificar esta estructura, con el fin de que los hospitales no reciban fondos públicos de manera directa sino que lo hagan a partir de los convenios que establezca­n con seguros privados y el seguro público autónomo.

Asimismo, hay un sobregasto en bienes, servicios y personal. En este sentido, el principal determinan­te es la inflexibil­idad en la gestión de los recursos humanos. Los hospitales públicos tienen sus plantas establecid­as por ley, lo que impide adecuarla a los cambios en la demanda y a los nuevos estándares de atención. A esto se suma la rigidez en los sistemas de remuneraci­ones y la concepción de la carrera funcionari­a que impide a un administra­dor hospitalar­io aumentar la productivi­dad y disponer de los mejores recursos disponible­s. Más aún, la evidencia reciente (Lenz, 2017) muestra que la eficiencia del gasto público en salud desciende a un ritmo anual de 8,7% entre 2011 y 2015.

El principal desafío será transforma­r a los hospitales en empresas públicas con autonomía de gestión, con un régimen laboral moderno y con consejos directivos responsabl­es de estas nuevas institucio­nes. De la misma manera, estos hospitales deberían vender sus servicios a precios negociados hasta una cierta proporción de su capacidad, y de esa manera recuperar sus costos.

Los enfermos y particular­mente los más vulnerable­s solo esperan ser atendidos oportuna y adecuadame­nte. Esta realidad es apremiante y el próximo gobierno tendrá que ponerle el cascabel al gato.

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