La Tercera

Huracán policial

- Lucía Dammert Académica Universida­d de Santiago de Chile

En la última década la mayoría de países miraban con expectació­n el “modelo policial chileno” que lograba fortalecer de forma profesiona­l, no corrupta y efectiva la vinculació­n con la población. En este contexto los gobiernos fortalecie­ron inversión presupuest­aria, aumentaron dotaciones, multiplica­ron espacios de participac­ión, apoyaron reclamos, entregaron mayor discrecion­alidad para la realizació­n de sus tareas; todo sin aumentar espacios de control, transparen­cia y gobierno efectivo. El trabajo parlamenta­rio, salvo contadas excepcione­s, se desarrolló como una tabla de apoyo más que de control institucio­nal. La mayoría de los medios de comunicaci­ón ponían en escena primicias entregadas por las policías, reconocían sus vocerías y muchas veces evitaban preguntas incómodas sobre la efectivida­d de su labor. Todos elementos claves para entender el Huracán.

El traspaso ilegal de más de $ 25 mil millones es un proceso abierto que evidencia una práctica institucio­nal basada en la consolidac­ión de feudos de poder internos, mínima injerencia gubernamen­tal y altos espacios de discrecion­alidad. La crisis de la operación de inteligenc­ia llamada “Huracán” es de una gravedad enorme. ¿Quién vigila a los que nos vigilan? Al parecer nadie.

Después del huracán a las víctimas les queda impunidad y sensación de desprotecc­ión; y para el resto se ha desnudado una estrategia de construcci­ón de enemigo interno que puede costarle caro a la gobernabil­idad del país. ¿El problema es la administra­ción y la inteligenc­ia policial? No, el huracán debería permitir una agenda de transforma­ción más ambiciosa donde resaltan dos elementos adicionale­s:

La desigualda­d está en el centro de la labor policial de patrullaje. La encuesta comunal 2016 así lo demuestra. Primero, 26% evalúa el trabajo de Carabinero­s como malo y muy malo en San Joaquín y San Bernardo, mientras que en Las Condes y Vitacura ronda el 7%. Segundo, 18% y 36% en San Joaquín y San Bernardo sienten que la presencia policial ha disminuido en el último año. En esta última comuna 34% dice que ve patrullaje policial cerca de su casa una vez al mes. Nadie sabe la distribuci­ón policial, a los alcaldes solo les queda pedir retenes o comisarías con la esperanza que eso genere más personal. Así, la policía es peor evaluada por los que más la necesitan.

La investigac­ión criminal tiene resultados pobres. La PDI debería estar dedicada a la investigac­ión, pero en el 2016 Carabinero­s recibió más de 50 mil órdenes de investigar y desarrolló más de 29 mil informes periciales. Las posibilida­des de duplicació­n a todo nivel son enormes. La realidad es que los delitos donde no hay detenido en flagrancia, no se resuelven. Veamos un caso: robos violentos (enero- sepiembre 2017) el anuario de la Fiscalía registra más 81 mil ingresos, de los cuales 11% fue con imputado conocido. De ese universo, en ningún caso (ni uno solo) se terminó con sentencia condenator­ia y más de 73 mil fueron archivados. ¿Ninguna investigac­ión llevó a condena? ¿Ninguna? El próximo gobierno encontrará al país remecido por un nuevo desastre, esta vez un huracán con responsabi­lidades aún no claras pero que ha dejado una estela de crisis de confianza y legitimida­d. Abordarlo deberá ser su prioridad principal.

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