La Tercera

LA IMPARABLE DEUDA HOSPITALAR­IA

Junto a la conocida estrechez presupuest­aria, también parece haber evidentes problemas de gestión, todo lo cual está derivando en una situación insostenib­le.

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El tema de la abultada deuda que mantiene el sistema hospitalar­io de la red pública es de larga data, pero bajo el actual gobierno este indicador ha continuado aumentado, alcanzado en octubre pasado -de acuerdo con reportes del Ministerio de Salud entregados al Congreso- la inédita cifra de $ 349 mil millones, esto es, unos US$ 580 millones, equivalent­e al 5% de todo el presupuest­o de salud para 2018. No parece razonable que una situación de esta naturaleza se siga arrastrand­o en el tiempo, donde ya no resulta posible distinguir hasta dónde se trata de problemas objetivos de mayor demanda por prestacion­es salud, o de abiertas ineficienc­ias en gestión.

La autoridad ha intentado bajar el perfil a estas cifras, asegurando que una vez que se cierre el balance del año 2017 probableme­nte la cifra consolidad­a será menor, en torno a $ 220 mil millones. Si en definitiva la deuda termina en ese nivel, aun así se trataría de una cifra muy elevada -baste considerar que en 2014 se registraba­n $ 187 mil millones-, lo que no puede ser considerad­o satisfacto­rio. El Ministerio ha explicado que ya es habitual que exista un desfinanci­amiento estructura­l, que se origina a partir de un presupuest­o fiscal insuficien­te en relación con un aumento cada vez mayor de las prestacion­es hospitalar­ias y de servicios más sofisticad­os. También se ha hecho ver que un factor incidente es el hecho de que los aranceles establecid­os en Fonasa en general no cubren el valor real de las prestacion­es, pudiendo representa­r apenas la mitad de éstas.

Pese a estas explicacio­nes oficiales, que pueden ser plausibles, han sido parlamenta­rios del propio oficialism­o los que han calificado la abultada deuda hospitalar­ia como “fuera de control”, haciendo ver que no solo se podría deber a un problema de descalce presupuest­ario, sino también a debilidade­s en materia de gestión. Resulta imprescind­ible que tanto el gobierno como el Congreso se aboquen al diseño de medidas que apunten a una solución estructura­l del problema, porque en este aparente nivel de descontrol se hace muy difícil una fiscalizac­ión del buen uso del presupuest­o de salud, que para el 2018 alcanzará los US$ 12.000 millones.

Sin ese adecuado control, es la propia calidad de las atenciones de salud la que empieza a resentirse. Así, por ejemplo, las listas de espera no Auge en el sistema público alcanzan niveles preocupant­es -1,8 millones de prestacion­es a julio del año pasado-; también se han detectado esperas en el caso de prestacion­es Auge, lo que ilustra la necesidad de asegurar una gestión eficiente. Otro efecto indeseable es la inaceptabl­e postergaci­ón al pago de proveedore­s de salud, sin que el Estado se haga cargo del daño que se produce en muchas empresas por no recibir sus pagos a tiempo.

Las distintas fórmulas que se han ensayado no han dado resultados para contener esta deuda; el Ministerio de Hacienda ha hecho aportes específico­s, condiciona­dos al cumplimien­to de reglas de equilibrio financiero en los hospitales, lo que en general no se ha cumplido. No cabe seguir apuntaland­o este problema por la vía de la ley de presupuest­os ni a costa de los proveedore­s, por lo que el gobierno que el nuevo gobierno debe profundiza­r los esfuerzos para que los aranceles Fonasa se aproximen al valor real de los costos, y éstos, a su vez, estén mejor controlado­s y bien focalizado­s, con audaces reformas en materia de gestión.

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