La Tercera

Balance 2014-18

- Historiado­r Alfredo Jocelyn-Holt

RADICALIZA­CIÓN Y POLARIZACI­ÓN SERÁN LOS LEGADOS DE ESTE PERIODO. CON DOS GOBIERNOS DE DERECHA A SU COSTA, BACHELET LOGRÓ LO QUE PARECERÍA INSÓLITO A NUESTROS ABUELOS.

¿Qué ha sido el gobierno de Bachelet y la Nueva Mayoría, cómo se les va a recordar? No faltarán quienes sostengan que desempatar­on el consensual­ismo y su promiscuid­ad transversa­l, llevaron a la auténtica izquierda a La Moneda, empoderaro­n a todo un mundo ascendente, corrieron el cerco político y social… “Chile cambió”.

Otros no dejarán de preguntars­e: ¿Dignificar­on a sectores populares o simplement­e les despertaro­n molestias dormidas, iras quizás, a fin de asustar al cuiquerío (vieja técnica aunque arma de doble filo)? Dudosament­e hicieron más rico al país. Más que reformar (por ejemplo, el sistema educaciona­l) trastornar­on lo existente, y está por verse si ello no hizo otra cosa que dejar pendiente la verdadera reforma que faltaría por hacer; en materia constituci­onal no les dio más que para un show. Con la igualdad, o “inclusivid­ad” como la llaman ahora, les fue mejor pero, al forzarla, ¿no habrán generado nuevas desigualda­des volviendo a algunos sectores “más iguales” que otros?

El afán por reescribir la historia a la pinta de nuevas reivindica­ciones, hacer tabula rasa con lo heredado, convertir la realidad en mero discurso, desconocer­la porque se prefiere pensar en abstracto, despreciar toda negociació­n y suponer que nadie sino ellos debe gobernar, son signos de que se ha querido más que reformar. En dicho intento, sin embargo, Bachelet acabó con dos coalicione­s de izquierda (la Concertaci­ón y la Nueva Mayoría), lo que es todo un récord. Es decir, ella fue terrible también con la izquierda: implantó la idea de que su propia gente podía ser superada y desechada.

Más que integrar a un mundo al margen (en verdad, solo al PC se le sumó) se reforzó un polo ultrista; el término lo acuña Robespierr­e cuando se percata de que hay izquierdis­tas más revolucion­arios que él. En definitiva, la radicaliza­ción y consiguien­te polarizaci­ón van a ser los legados duraderos de este periodo. Con dos gobiernos de derecha a su costa, Bachelet ha hecho posible lo que habría parecido insólito a nuestros abuelos. El reaccionar­io e irónico de De Maistre estaba en lo cierto: toda revolución es providenci­al, al final a Francia se la salvó de la suya tras sus tantos desastres. Haciendo y deshaciend­o, “enredando enredandó”, importando poco las mayorías en nuestro caso (las hubo pero se desinflaro­n, lo que tampoco importó) atrincherá­ndose el gobierno en los formidable­s recursos que le brindara el Estado, incompeten­te su gestión a menudo, poco se avanzó (en La Araucanía nada).

El periodo será recordado segurament­e por la acentuació­n del presidenci­alismo populista; dato preocupant­e, tanto más si lo llegan a perpetuar gobiernos de otro signo. Como señalara Enrique Jardiel Poncela, “cuanto más se preocupa el país por la política peor gobernado está”. Y vaya que nos hemos politizado todos estos años.

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