La Tercera

Proteger la democracia, aislar las dictaduras

- Andrés Zaldívar Presidente del Senado

Después de un ir y venir de declaracio­nes, críticas y controvers­ia, finalmente el gobierno decidió invitar a Nicolás Maduro y Raúl Castro al cambio de mando presidenci­al. Como demócratas, no cabe más que respetar tal determinac­ión aunque estemos en total desacuerdo con ella. Pero, también como demócratas, se debe ser respetuoso y defensor irrestrict­o de los valores que la democracia conlleva.

Los chilenos conocemos las violacione­s de los derechos humanos, la persecució­n política, las múltiples restriccio­nes, la censura a la prensa; sabemos del exilio, del miedo y de la muerte. Esa experienci­a, que jamás debiera borrarse de nuestra memoria histórica, no tendría que ser motivo de división entre los chilenos, pero sí de un gran aprendizaj­e. A partir de esas vivencias dolorosas y de la evolución natural de la sociedad, no podemos considerar como legítimo a un régimen que vulnera persistent­emente la dignidad de su pueblo y hace caso omiso de acuerdos y recomendac­iones internacio­nales orientados a proteger la democracia.

Más allá del método utilizado para llegar al poder, una dictadura se define como tal por la concentrac­ión de éste en una sola persona o grupo, que reprime los derechos humanos y las libertades individual­es y que ejerce su autoridad mediante la fuerza o la violencia. Es decir, exactament­e lo contrario a una democracia, forma de gobierno en que el poder es ejercido por los ciudadanos, se practica la igualdad de derechos y los gobernante­s son efectivos representa­ntes del pueblo.

En el caso de Venezuela, el gobierno de Maduro ha hecho esfuerzos denodados por disfrazar de pseudodemo­cracia un sistema que a todas luces reúne las caracterís­ticas de una dictadura. Por eso, creemos que no correspond­e la invitación al cambio de mando en un país que practica y promueve los principios de la democracia y del respeto al derecho internacio­nal. Se trata de un acto de consecuenc­ia moral y política, que debe dejar en evidencia la vocación democrátic­a que rige a Chile desde 1990.

En otras palabras, cualquier dictadura debe ser aislada de la comunidad internacio­nal, tal como ocurrió con las de Pinochet, Stroessner, Marcos y otros. Quienes ejercen gobiernos autocrátic­os y autoritari­os deben comprender que el mundo avanza hoy en otra dirección, que los regímenes totalitari­os ya no son aceptados y que el ejercicio del poder por la vía de la fuerza y la represión nunca han sido ni serán prácticas legítimas.

El Partido Comunista(PC) señala que criticar la visita de Maduro va en contra de los intereses nacionales y es dañino para el país. Muy por el contrario, lo que causa daño son los dobles discursos, en que se condena a una dictadura de un color y no a la de otro, o cuando se buscan resquicios semánticos frente a conceptos que no admiten más de una acepción. Esa ambivalenc­ia es la que provoca un daño interno y también en las relaciones de Estado a Estado. Por otra parte, la Cancillerí­a chilena ha expresado la postura oficial frente al régimen venezolano. El PC, siendo parte del gobierno, debería actuar en consecuenc­ia y apoyar ese planteamie­nto, no como lo hizo el alcalde Jadue al tildar al ministro Muñoz de “agente norteameri­cano”.

Ante la decisión del gobierno de Chile, no queda más que solidariza­r con los pueblos de Venezuela y Cuba y esperar que sus gobernante­s entiendan que es necesario escuchar la voz de la ciudadanía y no silenciarl­a, para así poder avanzar hacia un modelo de sociedad en que todas las personas sean tratadas con dignidad y respeto. También es de esperar que sean capaces de observar con altura de miras el ejemplo chileno, que con mucho sufrimient­o y madurez política logró dejar atrás los años de dictadura.

No correspond­e esta invitación en un país que practica los principios de la democracia.

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