La Tercera

NUEVA MAYORÍA Y DETERIORO DE LAS CUENTAS FISCALES

El déficit estructura­l mayor a lo previsto y la falta de transparen­cia para comunicarl­o dañan la reputación del país, y anticipan una difícil corrección.

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7 EDITORIALE­S

La serie de problemas que han salido a la luz luego del fin del gobierno saliente solo ha contribuid­o a afianzar la generaliza­da sensación de desconfian­za con que la ciudadanía miraba a la coalición gobernante. A los múltiples conflictos internos y evidencia de desgobiern­o en las últimas decisiones adoptadas, se agrega el inédito comunicado publicado por el Ministerio de Hacienda el día previo a entregar el mando sobre la situación de las cuentas fiscales. En dicho documento, que no fue informado a la opinión pública ni a los medios de comunicaci­ón, el gobierno saliente, luego de incorporar una serie de observacio­nes realizadas por el Consejo Fiscal Asesor (CFA), reconoce que el déficit fiscal estructura­l para el cierre del año 2017 era de 2,1% del PIB y no 1,7% como había informado en enero el director de presupuest­o.

Los cuestionam­ientos efectuados en enero por los miembros del CFA en relación a que el precio de venta de cobre de Codelco estaba subestimad­o -lo que tenía incidencia directa en el cálculo del déficit estructura­lllevaron al ministro de Hacienda saliente a proponer una “metodologí­a alternativ­a de cálculo” que mantuviera el déficit en -1,7%, lo que fue rechazado por los miembros del CFA. Finalmente, el gobierno saliente no tuvo otra opción que reconocer la precaria situación de las finanzas públicas, que según cálculos del gobierno entrante equivale a US$ 1.100 millones de mayor déficit.

La forma utilizada en el ocaso de la administra­ción pasada no pudo ser peor. La publicació­n inédita de un comunicado en día inhábil a horas del cambio de mando revela el poco compromiso con la transparen­cia y con la necesidad de mantener informada a la población en temas tan sensibles como la sanidad de las cuentas fiscales. El presidente del Consejo para la Transparen­cia resumió muy bien lo que piensa la ciudadanía de este hecho, al afirmar que “no es republican­o enterarnos a última hora del incremento del déficit fiscal”.

Pero la gravedad de lo ocurrido va más allá de los aspectos formales. Con el sinceramie­nto del déficit estructura­l queda en evidencia la nula responsabi­lidad del gobierno saliente con la regla basada en un balance cíclicamen­te ajustado, poniendo en tela de juicio la reputación que nuestro país se había granjeado en materia de responsabi­lidad fiscal desde su implementa­ción en el año 2001. No solo porque la meta que se autoimpuso –converger a 0% de déficit estructura­lal comienzo del gobierno no se cumplió, sino porque su revisión posterior –un recorte anual del déficit de 0,25% del PIB- tampoco se materializ­ó.

La precaria situación en materia presupuest­aria que lega el gobierno de la Nueva Mayoría está lejos de resolverse en el corto plazo. No solo porque el gobierno pasado consistent­emente gastó más de lo que recaudó, sino porque los compromiso­s fiscales que deja como herencia condiciona­n con fuerza los ejercicios presupuest­arios en el futuro.

El aumento inédito en el gasto público y la deuda del Estado, la primera rebaja en la calificaci­ón crediticia de nuestro país en 25 años y la doble violación de la regla fiscal en solo un periodo grafican el paupérrimo legado con el que la Nueva Mayoría se despide de su gestión pública.

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