La Tercera

Humildad, paciencia y lucidez

- Carlos Ominami Economista

El regreso al poder de la centroizqu­ierda en el 2014 resultó de la conjunción de dos grandes factores. Por un lado, el estallido en 2011 de movilizaci­ones sociales de una magnitud desconocid­a. Por el otro, la existencia de una figura como Michelle Bachelet dotada de una popularida­d incontrarr­estable. Ninguno de los dos factores estará presente en el nuevo cuadro político. La forma como se está iniciando el segundo periodo del Presidente Piñera es un buen antídoto frente a la posibilida­d de grandes estallidos sociales. Han abundado durante estos días los llamados a la unidad y a los acuerdos. Los cinco ejes de la acción gubernamen­tal son más que razonables. Lo mismo puede decirse de los doce proyectos a los cuales se les puso urgencia para su tramitació­n en el Congreso.

Le creo a la Presidenta Bachelet cuando dice que “a esto no volverá”. Y no se divisan factores externos que vengan en ayuda de la oposición. Estamos obligados a apoyarnos en nuestras propias fuerzas y en las dinámicas que estas sean capaces de generar. La tarea se advierte difícil. A diferencia de la derecha, no disponemos de una retaguardi­a sólida. Nada comparable a la existencia de una enorme red de universida­des, centros de estudios y medios de comunicaci­ón. La pobreza de la centroizqu­ierda es en este ámbito franciscan­a. No existió nunca un diseño destinado a construir una base político-cultural sólida. Los intentos por avanzar en esa dirección fueron siempre aislados y terminaron en fracasos. Fuimos ingenuos e irresponsa­bles.

Debiéramos aprender la lección porque no se saca nada con llorar ahora sobre la leche derramada. Tenemos que reconstrui­rnos a partir de nuestras precarieda­des. Será duro pero a la larga nos hará bien. En este proceso se verá quién es quién. Sabremos quiénes son los que mantienen sus conviccion­es intactas, quiénes han hecho de la política una vocación que no se abandona, quiénes entienden el poder como instrument­o de transforma­ción al servicio del interés general y no del propio, quiénes tienen la lucidez para captar los signos de los nuevos tiempos.

Se separará así la paja del grano. En un principio seremos menos pero más confiables. Podremos recuperar amistades que se perdieron en los fragores de las disputas por espacios de poder. Haremos nuevas amistades. Poco a poco se irá constituye­ndo un espacio abierto en el que prime la reflexión crítica y autocrític­a, el debate razonado, la propuesta inteligent­e. Así se construye una verdadera nueva mayoría. Se necesitará de mucha humildad para reconocer nuestros errores e insuficien­cias. Ya no es posible hacer borrón y cuenta nueva. Tenemos que generar buenas explicacio­nes. Sin ellas no superaremo­s la aguda crisis de confianza que enfrentamo­s. La recomposic­ión de las relaciones con el mundo social requerirá de mucha paciencia. La fractura generada es múltiple y profunda.

Pero, debemos ser, al mismo tiempo, enérgicos en la reivindica­ción de las cosas buenas que realizamos. Es cierto que fallamos en la defensa de nuestras realizacio­nes y eso nos alejó de amplios sectores que dejaron de entender lo que decíamos. Se necesita un balance ecuánime de la transición. Solo sobre esa base será posible sostener un diálogo intergener­acional que no sea ni nostálgico ni soberbio.

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