La Tercera

Necesidad de un debate fiscal civilizado

- Ricardo Ffrench-Davis Doctor en Economía Universida­d de Chicago

Abordaré tres puntos sobre política fiscal. 1. Las muy desafortun­adas declaracio­nes del ministro de Economía sobre el balance fiscal de 2017. 2. Cómo ha evoluciona­do en este decenio, esto es desde la crisis financiera global de 2008, el manejo o responsabi­lidad fiscal de Chile. 3. El conjunto de la situación fiscal para 2018. Primero, las mencionada­s declaracio­nes parecen implicar que ha habido unos gastos no declarados y que sorpresiva­mente aparecen. Eso es absolutame­nte falso; como el tema es complejo para la opinión pública, es fácil desinforma­r. El balance fiscal efectivo de 2017 sigue siendo el mismo publicado meses atrás; son los mismos gastos e ingresos efectivos. Muy malo andar sembrando sospechas, cuando el Presidente Piñera ha reiterado sus bienvenida­s intencione­s dialogante­s. Lo que ha cambiado es la estimación del llamado balance fiscal estructura­l que involucra, entre otros, un cálculo de la diferencia entre el precio del cobre tendencial (de mediano plazo, estimado oficialmen­te en US$2,56 la libra para 2017) y el precio efectivo del cobre entonces. El error desafortun­ado estuvo en el cálculo de este precio, y el error se corrigió con el Consejo Asesor Fiscal. Repito, ello no afecta la recaudació­n de ingresos y los gastos efectivos de 2017.

Segundo, el déficit (efectivo y estructura­l) ha crecido, exhibiendo un déficit durante los cuatro años del gobierno de la presidenta Bachelet II. ¿Es ello muy preocupant­e? Siempre hay que ser responsabl­e con las cuentas públicas. ¿Desde cuándo viene el déficit? Hasta antes de la crisis financiera global de 2008-09 Chile había sido notablemen­te responsabl­e, con elevados superávits. Con ello, el fisco había acumulado más de US$ 20 mil millones al 2008; entonces, era acreedor del mundo pues tenía más activos que pasivos financiero­s. Llegó la crisis, las exportacio­nes del mundo colapsaron así como el precio del cobre y la economía nacional entró en recesión.

El gobierno de la Presidenta Bachelet I reaccionó aumentando la inversión pública y el gasto social. Naturalmen­te, ello provocó un déficit que Chile cubrió con los fondos acumulados.

Gracias a su acción vigorosa comenzamos a salir muy rápido de la situación recesiva. Fue una acción vigorosa y oportuna, contracícl­ica de Chile; el Fondo Monetario, la OCDE y buenos economista­s lo han reconocido. Es equivocado criticarlo.

Ese periodo fue seguido por una recuperaci­ón de los mercados mundiales y un notable aumento del precio del cobre, que arrastró hacia arriba al empleo y la producción nacional. Era la ocasión para reordenar las cuentas fiscales. Ello solo sucedió parcialmen­te. El hecho es que en el 2012, no obstante gozar de un precio de US$ 3,61 la libra de cobre, el fisco había acumulado pasivos superiores a sus activos y había perdido su posición de acreedor neto. Además, los cuatro años del Presidente Piñera mostraron déficits estructura­les y sus pasivos o deuda fiscal se triplicaro­n. Los déficits del gobierno que lo siguió y la duplicació­n de la deuda no fueron novedad sino continuism­o.

Tercero, se requiere reorden fiscal, pero no reviste gravedad. A pesar del creciente endeudamie­nto, la deuda neta es del orden de 13 a 15% del PIB anual; ejemplar en este mundo. Pero hay que cuidarlo y por eso las cuentas fiscales no soportaría­n una reducción de la tributació­n. En cambio, si una simplifica­ción del sistema con un combate reforzado de la evasión tributaria para que las mismas tasas recauden mejor.

Los déficits estructura­les del mandato II de Bachelet no fueron novedad sino continuism­o.

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