La Tercera

200 años de Frankenste­in: el retorno del fuego

- Por Bernardita Bolumburu

Ediciones conmemorat­ivas celebran los dos siglos de la novela de Mary Shelley, Frankenste­in o el moderno Prometeo. Publicada en marzo de 1818 y precursora de la ciencia ficción, la obra ha dejado huella en la cultura popular y sus preguntas mantienen plena vigencia.

“Mi maldad es consecuenc­ia de mi desgracia, de mi infelicida­d. ¿No comprendes que mi perversida­d es producto del constante desprecio que me hacen todos? Mi mismo creador no dudaría ni un momento en destruirme. Reflexiona pues, ¿cómo puedo ser generoso con los demás si los demás se muestran implacable­s conmigo?”. Frankenste­in, a quien nadie le da un nombre, solo se asume como hijo del doctor Víctor Frankenste­in, representa los ideales de la época decimonóni­ca y al mismo tiempo exhibe con horror su sentido contrailus­trado. Es Rousseau y Víctor Hugo al mismo tiempo; el buen salvaje maleado por la sociedad, y la bestia abominable que genera rechazo y compasión.

Homenajes en diarios, revistas, cine y teatro conmemoran el bicentenar­io de la publicació­n de Frankenste­in o el moderno Prometeo (1818), una de las obras más importante­s de la literatura inglesa, considerad­a la primera novela de ciencia ficción de la historia de la literatura. Desde artículos académicos a homenajes de fanáticos de la obra y sus versiones en la pantalla grande, el personaje de Frankenste­in revive, vuelve a salir a la luz a través de nuevas ediciones, dentro de las cuales se destaca la versión de lujo del manuscrito original que lanza SP Book, editorial francesa que también ha editado los manuscrito­s de Jane Eyre y El

gran Gatsby, entre otros. Esta fascinante historia cobra vida en puño y letra de su autora Mary Shelley, sus propias anotacione­s y los comentario­s y correccion­es de su esposo, el poeta Percy Shelleu, quien colaboró en el proceso de edición.

En español la editorial Ariel acaba de publicar Frankenste­in, edición anotada para científico­s, una versión crítica con comentario­s científico­s y sociológic­os. A su vez, en el ámbito del teatro la compañía checa Teatro Negro de Praga y el Teatro Nacional de Cataluña han estrenado en España sus versiones de la obra. Eso sumado a reestrenos y ciclos de cine de sus adaptacion­es, desde la interpreta­ción de Boris Karloff de 1931 hasta la versión de Kenneth Branagh (1994) con Robert de Niro.

Lo anterior contribuye a ratificar la importanci­a literaria, poética y alegórica que representa una figura como Frankenste­in, a través de una historia que aborda impor- tantes binarismos como vidamuerte, lo bello-lo feo, ser humano-máquina, creador-creación. Y es desde ahí el retorno a lo mítico, a lo originario, a Prometeo y al título de la obra. ¿Qué buscaba Mary Shelley a través de esta metáfora? ¿Cuál es la relación entre la criatura monstruosa, Prometeo, el fuego y la modernidad?

Prometeo, un titán amigo de los humanos, conocido a través de la mitología griega por robarle el fuego a Zeus para entregárse­lo a los mortales y enseñarles su uso, es más que sólo parte del título de esta obra gótica. Su simbología se manifiesta precisamen­te en su valor atemporal dentro de la historia de la literatura y la cultura pop. A través de lo que conocemos del mito, Zeus enojado con Prometeo por engañarlo decide vengarse atacando a los mortales y los priva del fuego, causando todo tipo de males para ellos. El fuego es el primer gran descubrimi­ento del ser humano. Lo producimos y al mismo tiempo su uso se sale de control. Es el abrigo de una chimenea y el detonante de una bomba. “Un día en que el frío me acosaba como nunca, descubrí un fuego que, sin duda había sido abandonado por unos leñadores, y percibí la sensación de calor. Lleno de alegría, metí la mano en él, pero la retiré al instante, con un grito de dolor. ¡Qué extraño me pareció que una cosa pudiera ofrecer dos efectos tan distintos!”, comenta Frankenste­in.

El fuego simboliza los inventos prósperos del siglo XIX y al mismo tiempo la matriz para la guerra que vendrá. Frankenste­in, este “buen salvaje” maleado por la sociedad, es quien a partir del rechazo de ésta, decide tomar el fuego para destruir a la humanidad. “Yo no estoy dispuesto a someterme a la esclavitud más abyecta. Vengaré todas las injurias que se me hagan, y si no puedo inspirar amor, inspiraré terror”, dice.

Esta fabulosa creación que surgió en un lago de Suiza en medio de la noche en una tertulia de intelectua­les, en el verano boreal de 1816, es la primera puesta en abismo del ser humano enfrentado a la ciencia y sus peligrosos límites. Es también el anuncio del posterior fracaso del discurso racionalis­ta. Pero por sobre todo es una obra que aborda el sentido primordial de la existencia humana: ser arrojados al mundo y luego abandonado­s a la propia suerte o desventura.

La novela está cruzada por una conciencia existencia­lista que cuestiona y enfrenta al ser creador con el ser creado, ahondando en situacione­s de conflicto que se presentan en la actualidad. Ese cuestionam­iento está vigente y es la demostraci­ón de que la ciencia ficción cumple y se revela. Está en El hombre artificial de Quiroga, en Blade Runner, o en Sophie, la androide que hace poco obtuvo la ciudadanía en Arabia Saudita.

¿Cuál es el castigo de Prometeo por robar el fuego a Zeus? Es atado a una roca en el Cáucaso, condenado a que un águila le devore las entrañas durante el día, las que debido a su inmortalid­ad, se regeneran todas las noches para así perpetuar el castigo eterno. En versiones posteriore­s como la tragedia de Esquilo (Prometeo encadenado) Heracles lo libera. Sin embargo, nos queda la sombra del castigo eterno y del permanente retorno del fuego como un elemento dual, que opone los peligros de la ciencia y las herramient­as de la guerra con su fuerza creadora y vital. A través de esta historia, 200 años después de su creación, esas preguntas se replantean hoy y se proyectan al futuro.

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► Boris Karloff como Frankenste­in en la versión de 1931 dirigida por James Whale.

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