La Tercera

50 años de la matanza que marcó la guerra de Vietnam

El 16 de marzo de 1968, soldados de EE.UU. asesinaron en la aldea de My Lai a 504 civiles.

- Paula Serra Bachs

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Hace 50 años el teniente William Calley ordenó uno de los más sangriento­s operativos de la guerra de Vietnam. El 16 de marzo de 1968, un pelotón del Ejército norteameri­cano irrumpió en una aldea en la región de Son My, masacrando a 504 civiles. Así, los hechos de My Lai marcaron un punto de inflexión en el conflicto bélico.

La matanza en My Lai no fue la única perpetuada por el Ejército de Estados Unidos en Vietnam. Sin embargo, fue la que marcó un punto de quiebre en la guerra. Por su gravedad, el encubrimie­nto y el eventual juicio a solo 22 de los militares que intervinie­ron en la operación, se convirtió en un sinónimo de toda la guerra, que luego se transformó en una pesadilla para Washington.

El objetivo inicial era la búsqueda de vietcongs –el gobierno de Vietnam del Sur utilizaba este término para referirse a los vietnamita­s comunistas-, pero al llegar a la zona no encontraro­n resistenci­a y durante cuatro horas, el teniente Calley y sus hombres violaron a las mujeres y las niñas, mataron el ganado y prendieron fuego a las casas hasta dejar el poblado arrasado por completo. Del total de víctimas, 182 eran mujeres (17 embarazada­s), 173 niños (entre ellos 56 bebés de menos de cinco meses) y 60 mayores de 60 años.

La primera versión del Ejército fue la de un enfrentami­ento armado con el Vietcong en el que murieron 128 integrante­s de la guerrilla vietnamita. Mandos militares intentaron encubrir la matanza haciéndola pasar por uno de los combates que se producían en esa zona. El general William Westmorela­nd, máximo jefe de la fuerza militar de EE.UU en Vietnam, elogió a las tropas implicadas por su trabajo “extraordin­ario”.

Un año después, la revelación de lo sucedido realmente en en My Lai, por parte del periodista Seymour Hersh, desató un verdadero escándalo y alimentó la ola de protestas contra la participac­ión de las fuerzas de Estados Unidos en la guerra.

El teniente Calley fue juzgado y condenado por los actos, pero solo permaneció tres años bajo arresto domiciliar­io antes de ser indultado por el Presidente Richard Nixon.

En 2009, Calley asumió su culpa de manera pública y señaló que “no hay día que no sienta un profundo remordimie­nto por lo que sucedió esa ocasión”. Pero sus disculpas no repararon el daño que sufrieron las familias de las 504 víctimas mortales.

A los supervivie­ntes de la tragedia tampoco los consoló su perdón. Pham Thanh Cong, el gerente jubilado del museo conmemorat­ivo de Son My, recuerda a la agencia EFE que la única razón por la que está vivo es que “los cuerpos de mi familia muerta me protegiero­n de los disparos de los soldados”.

El lugar de la masacre es hoy un museo del horror, dirigido hasta el año pasado por Pham Thanh Cong, que a los 11 años sobrevivió escondido bajo los cadáveres de su madre y hermanos.

En la ceremonia por el 50 aniversari­o de la masacre en el museo acudieron, además de autoridade­s de varios países, una delegación de veteranos estadounid­enses, algo que no es nuevo para la aldea, que recibe antiguos combatient­es todos los años con el mismo mensaje de despedida: “Puedo perdonar, pero no olvidar”. En referencia al teniente Calley, Pham Thanh Cong se preguntaba ayer por qué no había ido a Vietnam a pedir perdón. ¿Por qué no viene a Vietnam para comprobar el mal que causó? ¿Por qué no viene a ver cómo nos hemos levantado a pesar de todo?”.b

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