La Tercera

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- Jorge Navarrete Abogado

MIENTRAS ESTÉ EN EL GOBIERNO, VALENTE, COMO MINISTRO DE ECONOMÍA, DEBE SUSPENDER LA OPINOLOGÍA. QUIEN MEJOR LO ENTENDIÓ ASÍ FUE GERARDO VARELA.

Avarios sorprendió la virulencia con que el ministro de Economía abordó el tema del déficit estructura­l. De hecho, mientras muchos celebraban lo republican­o del traspaso de mando o reconocíam­os la fluidez en las conversaci­ones entre los ministros entrantes y salientes -todo además en el marco de un discurso de Piñera que llamaba a la unidad y abogaba por los acuerdos- ocurre que José Ramón Valente acusa al gobierno de Bachelet de “mentirle” a los chilenos, catalogand­o de “irresponsa­bilidad brutal” la forma en que se llevó el manejo fiscal y denunciand­o un “grave daño” a las finanzas públicas.

Lo primero que me extrañó es que fuera el ministro de Economía, y no el de Hacienda, quien fijara la posición pública del gobierno en esta materia. De hecho, lo poco que se le escuchó a Felipe Larraín sobre este tema, fue mucho más sobrio y moderado. Es cierto que varias de las actuales autoridade­s están asumiendo un cargo público por primera vez y, junto con la falta de experienci­a, quizás la emoción inicial los lleva a sobregirar­se un poco.

Lo segundo, que me preocupa, es que quien más miente no es precisamen­te el gobierno anterior, sino el propio Valente; pues lo que quiso dar a entender -incluso poniendo un ejemplo para cuantifica­r en colegios bicentenar­ios lo que significan 1.100 millones de dólareses que dichos recursos no estaban disponible­s en la caja fiscal con la cual cuenta el gobierno. Y eso, a todas luces, es faltar a la verdad. Sin querer minimizar la importanci­a del déficit estructura­l, se trata de una conceptual­ización teórica y no del margen efectivo.

Lo tercero, es que a Valente lo pudiera estar traicionan­do su anterior oficio de comentaris­ta, tarea en la cual fue más laxo con la veracidad de los hechos, siempre fijó una posición política e ideológica, aunque quiso disfrazarl­a como una argumentac­ión técnica, y sistemátic­amente dirigió sus dardos hacia el adversario político. ¡Y nada podría reprochars­e en aquello! De hecho, muchos columnista­s lo hacemos en ocasiones –quiero creer, eso sí, que de manera más elegantepe­ro, como sea, se trata de una práctica que no puede prolongars­e después de asumir como Ministro de Estado. Mientras esté en el gobierno, Valente debe suspender la opinología.

Quien mejor lo entendió fue Gerardo Varela -un columnista de verdad inteligent­e, fino y punzante-, el que después de asumir en la cartera de Educación comprendió que tenía un rol muy importante, el que debía subordinar a un proyecto colectivo, jugar en equipo, cuidar sus palabras porque ya no eran solo suyas, olvidarse de los gustitos personales y dejar atrás cualquier ridículo y tempranero mareo de tierra.

En todo caso, recién llevamos una semana y se puede corregir.

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