La Tercera

Parto de los montes

- Lucas Sierra CEP y Universida­d de Chile

La fábula es de Esopo. Los montes anuncian que darán a luz. Con síntomas enormes, terribles, que asustan a quienes los presencian. Llega el parto y sale un ratón diminuto. Es inevitable acordarse de esta fábula a propósito del proyecto de Constituci­ón presentado por la Presidenta Bachelet cayendo el telón.

Los síntomas de ese parto fueron grandes, sonoros, temibles para algunos. El programa con que la Presidenta ganó en 2013 los anunciaba. Luego, el proceso de ELAs y cabildos en 2016. Un proyecto algo críptico presentado en 2017 para cambiar el mecanismo de reforma constituci­onal. Y, por fin, un proyecto de nueva Constituci­ón hace pocos días.

La recepción del proyecto en el mundo político fue fría, más bien gélida. El recién nacido parecía no tener padres que lo defendiera­n, ni parientes que lo reconocier­an. Algunas voces se han levantado desde el PS y la DC, pero solo después que el ministro Chadwick dijo que le pondría lápida. Más que una defensa del proyecto, fue una crítica al gobierno. No es de extrañar. El proceso de la expresiden­ta pareció excluir por diseño a los partidos políticos. Los de su coalición nunca se involucrar­on de verdad en la participac­ión ciudadana de 2016. Y parece que aún menos en la redacción del proyecto. En esto el proceso chileno tiene algo de dos experienci­as comparadas distintas, ambas negativas.

Una es la de Islandia. Como hace poco lo recordaban los profesores Jorge Contesse y Sergio Verdugo, ese proceso, para muchos un ejemplo de participac­ión ciudadana, terminó en nada por prescindir de los partidos.

La otra es latinoamer­icana. Varios procesos constituye­ntes en la región han sido impulsados por el Poder Ejecutivo, presidenci­as, omitiéndos­e los parlamento­s y partidos, apelando directamen­te a la ciudadanía. De ellos han resultado constituci­ones severament­e presidenci­alistas, con congresos disminuido­s y manipulabl­es. Es cierto que la realidad democrátic­a chilena es distinta a la de esos países, y que la Presidenta Bachelet envió finalmente su proyecto al Congreso. Pero no deja de llamar la atención el modo en que los partidos fueron ignorados, la apelación a la ciudadanía, el porfiado presidenci­alismo que persiste en el proyecto, y una propuesta insólita: si en el futuro se quiere dictar una nueva Constituci­ón, no será el Congreso el encargado, sino una Convención Constituci­onal. ¿Por qué?

La Constituci­ón de 1833 fue producto de una Convención Constituci­onal. Pero el proyecto que ella acordó se fue al Congreso para su aprobación. Hoy, en cambio, se propone que vaya al Presidente para que convoque a plebiscito. De nuevo: poder unipersona­l, apelación directa a la ciudadanía y Congreso disminuido. La tríada de una democracia débil.

Con todo, al menos hoy sabemos en qué consiste el constituci­onalismo de Bachelet. Reproduce bastante su programa de 2013 y mucho de la Constituci­ón vigente. Entre lo novedoso hay unas muy discutible­s propuestas de Estado plurinacio­nal y de judicializ­ación de los derechos sociales. Otras, en cambio, son valiosas, como la reducción de los quórum legislativ­os y de la competenci­a preventiva del TC. Nada, desgraciad­amente, sobre el régimen político. ¿Parto de los montes? El tiempo dirá cuán diminuto fue el ratón.

El constituci­onalismo de Bachelet reproduce bastante su programa de 2013 y la Constituci­ón actual.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile