La Tercera

El nuevo centro político

- Por Hugo Herrera Profesor Instituto de Filosofía UDP

Durante los plácidos días del estío tuvo lugar un hecho que pasó casi desapercib­ido. Un partido político chileno fue admitido unánimemen­te, y bajo el apoyo entusiasta de la canciller alemana Angela Merkel, a formar parte de la Internacio­nal Demócrata de Centro. Esta organizaci­ón, que sucede a la Unión Mundial Demócrata Cristiana, agrupa a partidos centristas de diversos continente­s. Hasta febrero, sólo un miembro chileno la constituía, nuestra DC. La incorporac­ión de Renovación Nacional, el nuevo integrante, viene a marcar un hito no sólo en la historia de ese partido, sino en la del país.

Por el lado de RN, la incorporac­ión refrenda el perfil plural que éste posee desde sus orígenes, que entronca en una historia más que centenaria, así como una vocación centrista y republican­a que se venía acentuando desde hace años. RN modificó su declaració­n de principios; dio un fuerte impulso un proceso de reconstitu­ción del entramado político e ideológico de la centrodere­cha chilena, decantado en una mesa común a todos sus partidos, un consejo político y una discusión cuyo resultado fue un documento, la “Convocator­ia política”, que intenta renovar el discurso usual del sector; en fin, apoyó una candidatur­a presidenci­al que, haciéndose en parte cargo de las deficienci­as expuestas en el pasado, agrega componente­s específica­mente políticos a su usual énfasis en la gestión. La inclusión de RN en la IDC es un reconocimi­ento al pluralismo social e ideológico de ese partido, a su capacidad de comprender en su interior y en una cierta armonía a todas las corrientes de pensamient­o de la centrodere­cha: a socialcris­tianos, liberales laicos, nacionales y liberales cristianos. RN acaba emergiendo nítidament­e como el partido ideológica­mente más complejo del sector.

Para la política nacional, la incorporac­ión de RN en la IDC es un hecho contundent­e, una especie de carga de profundida­d que viene a introducir una alteración de fondo en la composició­n del orden político chileno. Ocurre que un partido pujante social, ideológica y electoralm­ente, cargado de potenciale­s liderazgos presidenci­ales y sostén principal del actual gobierno, es reconocido por la comunidad internacio­nal de partidos de centro como par- te suya. Esto viene a alterar el posicionam­iento de RN, que pasa a quedar como el partido más grande del país, instalado de lleno en un centro político que apenas hace unos meses todos declaraban vacante. Se modifica, también, el papel que jugará la DC, ahora con otro partido chileno formando parte de su misma alianza. Queda afectada, asimismo, la trayectori­a larga del gobierno y la alianza Chile Vamos, pues, junto a un partido cristiano liberal (“Chicago-gremialist­a”, lo llamó Jovino Novoa), tocado por tensiones aún no resueltas entre los renovadore­s y la vieja guardia, al lado de un nuevo pero aún pequeño partido liberal -Evópoli- y a otro grupo más bien asentado en el nivel comunal, de orientació­n socialcris­tiana -el PRI-, Renovación Nacional, con su amplitud ideológica y política no sólo probableme­nte tienda a ejercer -y aun sin proponérse­louna creciente influencia en los destinos de esa alianza, sino a ser algo así como el garante político de su continuida­d y sus futuros éxitos.

Mario Desbordes y la actual directiva tienen el desafío de consolidar esa posición expectante. La consolidac­ión depende, al menos, de tres tareas.

Primera, mantener e intensific­ar los espacios de diálogo interno, a fin de que las diversas corrientes encuentren acogida en un ambiente de fraternida­d. Segunda, todo partido que, como RN, entra a disputar un espacio principal, ha de intensific­ar el trabajo ideológico, contar con un pensamient­o que se expanda hacia las bases, especialme­nte a las sociales y estudianti­les, y permita la participac­ión efectiva y pertinente en la discusión ideológica. Tercera, hacer foco en los grandes problemas que enfrenta el país. Cual dijera Alberto Edwards, los grandes políticos se destacan antes que por sumirse en discusione­s bizantinas (en la época de la cuestión del sacristán las hubo y hoy las sigue habiendo), por dar respuestas adecuadas a los desafíos más apremiante­s de la época. Las exigencias de las clases medias y populares por integració­n y seguridad, los anhelos de contar con una institucio­nalidad respetuosa del derecho, atenta a los abusos, donde el poder se halle dividido, tanto dentro del Estado cuanto dentro del mercado, así como entre el Estado y la sociedad civil, han de recibir reconocimi­ento, expresión y cauce.

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