Malen: la mujer mapuche se rebela
Es difícil no salir asombrado de una función de Malen, un viaje a través del ciclo de vida de una mujer mapuche. La entrega física y emocional de su elenco es conmovedora. No hay convencionalismos ni nada previsible en esta obra de danza teatro a cargo de Ricardo Curaqueo, en su debut en la dirección, y protagonizada por 16 mujeres mapuche, de entre 9 y 70 años, vestidas de negro y con espejeantes joyas de plata.
El conjunto se desplaza de un lado a otro de la sala con gran belleza y en sintonía con los ciclos de la naturaleza, de oriente a poniente. En un equilibrado encuentro entre fuerzas antagónicas y complementarias, una bailarina permanece inmóvil y otra se contorsiona en estado de trance, se tapa la boca para acallar su grito y se toca el vientre en repetitivos actos orgánicos. Una niña y una mujer mayor se contemplan como frente a un espejo en una hermosa imagen que simboliza los saberes heredados de generación a generación. En un guiño a la danza butoh, otra bailarina con su torso pintado de blanco se lamenta entre espasmos, tiembla en el suelo y deja ver entre sus gritos sordos los años de violencia, dolor y muerte.
No es necesario ser público habitual de danza contemporánea o de danza tradicional mapuche para disfrutar Malen. Lo que provocan los cuerpos en movimiento trasciende el conocimiento del público y el espectador puede contemplarlos sin necesidad de contar con un bagaje previo. La obra plantea cruces sensoriales entre sonidos electrónicos de sintetizadores y la vibración telúrica de la música e instrumentos mapuche. Lo mismo ocurre con el tratamiento del cuerpo femenino, históricamente perseguido y reprimido por las estructuras de poder, al igual que los pueblos originarios. Fuera del imaginario tradicional y como acto reivindicatorio, mujeres con el torso desnudo ejecutan bailes culturalmente siempre realizados por hombres.
Los requerimientos físicos continúan en una escena coral donde todas bailan con euforia ritual. Celebran en forma colectiva al ritmo del kultrun y conforman un solo cuerpo, incluyendo los gritos ancestrales para darse ánimo y coraje.
En una necesaria reflexión escénica, las intérpretes demuestran una diversidad de cuerpos y de formaciones disímiles, algu- nas son bailarinas, actrices, profesoras, tejedoras o estudiantes. A pesar de esas disímiles edades, experiencias de vida y energías, dan vida a poderosas guerreras de admirable dignidad y valentía. Malen trabaja y muy bien, por lo menos, en tres niveles: la identidad, el género y la reivindicación. El director da visibilidad y voz a la mujer mapuche y la asocia con la solidaridad, la sanación, la memoria y el respeto a la naturaleza. Malen convoca a comprender la fuerza y los sentimientos profundos de las mujeres de la tierra y, en su dimensión poética, logra una seductora perfección.