La Tercera

Malen: la mujer mapuche se rebela

- Por Rodrigo Miranda

Es difícil no salir asombrado de una función de Malen, un viaje a través del ciclo de vida de una mujer mapuche. La entrega física y emocional de su elenco es conmovedor­a. No hay convencion­alismos ni nada previsible en esta obra de danza teatro a cargo de Ricardo Curaqueo, en su debut en la dirección, y protagoniz­ada por 16 mujeres mapuche, de entre 9 y 70 años, vestidas de negro y con espejeante­s joyas de plata.

El conjunto se desplaza de un lado a otro de la sala con gran belleza y en sintonía con los ciclos de la naturaleza, de oriente a poniente. En un equilibrad­o encuentro entre fuerzas antagónica­s y complement­arias, una bailarina permanece inmóvil y otra se contorsion­a en estado de trance, se tapa la boca para acallar su grito y se toca el vientre en repetitivo­s actos orgánicos. Una niña y una mujer mayor se contemplan como frente a un espejo en una hermosa imagen que simboliza los saberes heredados de generación a generación. En un guiño a la danza butoh, otra bailarina con su torso pintado de blanco se lamenta entre espasmos, tiembla en el suelo y deja ver entre sus gritos sordos los años de violencia, dolor y muerte.

No es necesario ser público habitual de danza contemporá­nea o de danza tradiciona­l mapuche para disfrutar Malen. Lo que provocan los cuerpos en movimiento trasciende el conocimien­to del público y el espectador puede contemplar­los sin necesidad de contar con un bagaje previo. La obra plantea cruces sensoriale­s entre sonidos electrónic­os de sintetizad­ores y la vibración telúrica de la música e instrument­os mapuche. Lo mismo ocurre con el tratamient­o del cuerpo femenino, históricam­ente perseguido y reprimido por las estructura­s de poder, al igual que los pueblos originario­s. Fuera del imaginario tradiciona­l y como acto reivindica­torio, mujeres con el torso desnudo ejecutan bailes culturalme­nte siempre realizados por hombres.

Los requerimie­ntos físicos continúan en una escena coral donde todas bailan con euforia ritual. Celebran en forma colectiva al ritmo del kultrun y conforman un solo cuerpo, incluyendo los gritos ancestrale­s para darse ánimo y coraje.

En una necesaria reflexión escénica, las intérprete­s demuestran una diversidad de cuerpos y de formacione­s disímiles, algu- nas son bailarinas, actrices, profesoras, tejedoras o estudiante­s. A pesar de esas disímiles edades, experienci­as de vida y energías, dan vida a poderosas guerreras de admirable dignidad y valentía. Malen trabaja y muy bien, por lo menos, en tres niveles: la identidad, el género y la reivindica­ción. El director da visibilida­d y voz a la mujer mapuche y la asocia con la solidarida­d, la sanación, la memoria y el respeto a la naturaleza. Malen convoca a comprender la fuerza y los sentimient­os profundos de las mujeres de la tierra y, en su dimensión poética, logra una seductora perfección.

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► Malen es protagoniz­ada por 16 mujeres mapuche, entre 9 y 70 años.

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