Rock y pataleta
La leyenda “Rock ‘N’ Roll” pintada en un teclado Hammond era presagio de lo que se venía. Liam Gallagher duró apenas cuatro temas en Lollapalooza Chile y se marchó. El rockero de Manchester partió prometedor con Rock ‘n’ roll
star, esa canción con patente de declaración de principios contenida en el debut de Oasis Definitely maybe (1994). Mientras interpretaba con sus ademanes pendencieros -las manos atrás o agitando un pandero-, el músico comenzó a hacer gestos hacia el costado, aparentemente molesto por el retorno. Siguió recurriendo al repertorio de su banda madre, pero a la altura de Wall of glass, de su álbum debut As you were, que en Inglaterra despertó más entusiasmo del que merece, pidió disculpas y se fue. El público retribuyó su ausencia mentándole a la madre y su famoso hermano.
Tras el exabrupto que quedará para siempre en los anales del festival, fue el turno de Lana Del Rey y su afectación bien representada de diva hollywoodense para su música que combina hip hop, trip hop y dream pop. Con un escenario ataviado con palmeras como recordatorio de Los Angeles y su glamour y decadencia, Lana se mostró sensual y a la vez encantadora. Su imagen voluptuosa distrae respecto de detalles como la gran cantidad de pistas vocales que utiliza como apoyo. La gente no se aguantó y antes de los 15 minutos de show le gritó al unísono “mijita rica”. La cantante bajó hasta la audiencia y cuando cerró su número se colgó al cuello varias banderas chilenas.
Siguió The Killers, la banda de Brandon Flowers que arribó sin dos de sus músicos originales, aunque en su caso da un poco lo mismo porque el conjunto es sinónimo del fachoso vocalista. El confeti, los rayos láser y la energía escénica de Flowers justificaron que la banda de Las Vegas fuera uno de los cabezas de cartel, algo que en su momento generó algunas dudas. Sus primeros éxitos como Somebody told
me y Jenny was a friend of mine de su insuperable debut Hot fuss
(2004), siguen siendo los más contundentes de su cancionero.
Horas antes, en los primero bloques de esta última jornada, los argentinos Damas Gratis impusieron su cumbia villera ampliando el abanico estilístico del festival. En paralelo otro trasandino, Boom Boom Kid, desplegó su punk pop mientras en uno de los escenarios centrales la australiana Tash Sultana planteó una propuesta interesantísima. La artista es una mujer orquesta. Maneja un gran arsenal de instrumentos y pedales para armar loops en tiempo real y montar sus canciones por capas, incluyendo teclados, percusión, guitarra, vientos y dosis de beat box. No solo impresionó por su artesanía en directo, sino que la poderosa voz era fenomenal para composiciones que oscilaron entre el reggae, el soul y la world music.
Rato más tarde los nacionales Kapitol mostraron su pop rock con influencias de Coldplay -música con ambición de estadio-, que se mueve entre el inglés y el español. Es una banda con pretensiones internacionales que aún requiere trabajo. A lo sumo, correctos.
Una sensación parecida despertó Metronomy. La banda británica con casi 20 años de actividad era uno de los nombres interesantes en el cartel de este Lollapalooza, sin embargo en directo provocan más dudas que certezas. Tienen el interés de mezclar electrónica con elementos orgánicos propios del rock más un énfasis en las percusiones. Joseph Mount, su líder, expresa energía pero no mucho más. Las canciones pretenden arreglos atípicos y sonoridades que intentan sorprender, aunque finalmente no cuajan. Decepcionantes.
En paralelo otro de los nombres que despertaba expectativa, el rapero Mac Miller, abarrotó el Acer stage. El artista que sorprendió con su debut en 2011 (alcanzó el número uno de Billboard) se mostró como un hiphopero versátil, duro y melódico ratos. Invitó a Anderson .Paak quien repitió el mismo coloquial saludo de show del sábado -“¡hola huevones!”- para imponer su ritmo y carisma.