Yo toqué en Lollapalooza (y presentado por Daniela Vega)
Con este, ya van ocho Lollapaloozas en el cuerpo. Por mi trabajo de periodista he tenido que cubrir el festival y entrevistar artistas, lo que siempre deja buenos recuerdos. Pero los últimos dos han sido los más especiales: he tenido que dividir mi cabeza, y mis emociones, en la contradicción de trabajar como prensa y como artista.
El año pasado, con mi proyecto de música electrónica Román & Castro –que formamos en 2012 con el músico y DJ Sebastián Román, fuimos invitados a abrir el Perry’s Stage, en el Movistar Arena. La in- vitación nos sorprendió mucho, porque el tipo de música que hacemos y presentamos dista mucho del EDM más juvenil que suele caracterizar al festival.
Esa experiencia, de la que salimos vivos y airosos frente a casi 10 mil personas, nos moderó mucho la ansiedad para esta versión 2018. Ya saber lo que te espera te permite concentrarte en preparar algo y pasarlo bien. Esta vez el escenario era exterior y relativamente nuevo: Aldea Verde. Y ahí la sensación principal se parece mucho a organizar tu cumpleaños cuando tienes 12 años. Te preparas para mostrar algo especial y que todo salga perfecto, pero un par de horas antes tienes el miedo de que no llegue nadie.
Este año no éramos sólo los dos. Invitamos a Nomi Ruiz, cantante estadounidense cuyo trabajo admiramos hace unos diez años, quien después de vernos tocar en Fauna Primavera se acercó para ofrecernos hacer música juntos. Cuando vimos que todo fluyó, la invitamos a participar y una cosa llevó a la otra. También nos apoyamos con teclados en vivo (Francisco Vives) y un bailarín para apoyar el espectáculo.
La espera en el Artist Village, donde te pueden pasar cosas como estar en el baño y que entre Mac DeMarco, fue perfecta. Llegó Daniela Vega a saludar a Nomi –recuerden que caminaron juntas por la Gala del Festival de Viña- y aprovechamos de matar el rato juntos. La onda que se generó fue tan buena que nos ofreció presentarla cinco minutos antes de subir al escenario, cuando ya pudimos ver que a esta suerte de cumpleaños infantil iban a llegar más amigos de los que hubiéramos esperado. A nosotros también nos atrasaron un rato el show, pero eso sirvió para acumular más gente en el escenario.
El simbolismo de todo esto que se dio es grande. La música dance se originó como una comunión entre minorías –latinos, gays, afroamericanos-, pero en los últimos años se ha vuelto desesperadamente blanca, masculina y conservadora. Es cosa de ver las listas de DJs populares y los carteles de festivales alrededor del mundo.
Sin planearlo, nuestra presentación se terminó convirtiendo en un mensaje de inclusión que nos encantaría que abriera el camino para más artistas latinos como Nomi Ruiz, Daniela Vega, nosotros y muchos más que participan de una cada vez más activa e inquieta comunidad. El baile puede y debe ser más que éxtasis y reventón. Su historia se basa en derribar barreras y se desarrolla todos los fines de semanas, mucho más allá de los festivales masivos. ●