La Tercera

Bochornos de forma y fondo

- Teodoro Ribera Rector Universida­d Autónoma de Chile y ex ministro de Justicia

LOS CASOS DEL EPÍLOGO DEL GOBIERNO ANTERIOR COMO PUNTA PEUCO, NO SERÁN UNA SIMPLE ANÉCDOTA SI NO SE LLEVAN A CABO CAMBIOS EN LA MIRADA DE LAS POLÍTICAS CARCELARIA­S.

La confirmaci­ón de las formas en que se fraguaron el nombramien­to de un notario en San Fernando y el intento de cierre de Punta Peuco, son la prueba evidente de los necesarios cambios de enfoque que deben implementa­rse para abordar tanto el nombramien­to de conservado­res de bienes raíces y notarios, como la política carcelaria. Respecto del primero de los casos, ha quedado de manifiesto, una vez más, la urgencia de reactivar el proyecto de ley presentado en 2012, durante la primera administra­ción del Presidente Piñera, el cual busca instalar un sistema de selección de los postulante­s a estos cargos auxiliares de la administra­ción de justicia, sobre la base de pruebas objetivas, confeccion­adas por la Corporació­n Administra­tiva del Poder Judicial, para ingresar, cambiarse o ascender dentro del mismo. No hacerlo, es mantener un sistema opaco de nombramien­to, que favorece las amistades y las presiones, lo que afecta seriamente la meritocrac­ia.

En la trama del fallido decreto sobre Punta Peuco, la lucha de poder de los últimos días esconde, más que un interés de cerrar o transforma­r el destino de dicho penal, la voluntad de dar señales políticas, pero carentes de efecto jurídico. Es un hecho de la causa que un sector de la sociedad había solicitado a la Presidenta Bachelet el cierre del penal y, previendo ello, Gendarmerí­a había preparado instalacio­nes para procurar recibir dicha población en otros recintos. Sin embargo, el gobierno estaba consciente que los internos, dada su edad, sus enfermedad­es y condicione­s particular­es, no eran posibles de trasladar fácilmente a penales comunes. No habiendo hecho ello en cuatro años, la tentación de salvar la responsabi­lidad fue grande: dictar un decreto que no se tramitara, para obligar al nuevo gobierno a retirarlo. Lo que cuesta entender, sin embargo, es cómo se pretendió firmar un documento de este tipo el domingo 11, antes de retirarse de La Moneda, careciéndo­se ya de todo poder.

Aun cuando se pueda creer que el mando se traspasa del Presidente saliente al electo al momento en que se entrega la banda presidenci­al y la piocha de O’Higgins, ello no es más que un mero simbolismo republican­o, sin efectos jurídicos. La Presidenta Bachelet dejó de serlo el día 10 de marzo a las 24 horas y todo acto posterior era nulo, de nulidad absoluta. La aproximaci­ón a la problemáti­ca de los reos de Punta Peuco debe realizarse desde una óptica de los derechos humanos, comprendie­ndo y acompañand­o en el dolor a las víctimas y a las familias de aquellos que no obtienen informació­n del destino de sus seres queridos. Sin embargo, las institucio­nes deben igualmente hacerse cargo de quienes están postrados, enfermos o con enfermedad­es terminales, pues la justicia no es incompatib­le con la caridad.

Los casos registrado­s en el epílogo del anterior gobierno no serán una simple anécdota si no se llevan a cabo cambios en la mirada de las políticas carcelaria­s, por una parte, y del sistema de nombramien­tos de notarios y conservado­res, por otra.

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