La Tercera

Problema Bravo

- Por Juvenal Olmos

Claudio Bravo es el mejor arquero que ha tenido Chile. Sus más de 120 partidos por la Roja ratifican de manera contundent­e su permanente deseo de jugar por nuestra selección.Técnicamen­te es un súper dotado, buena ubicación, felinos reflejos debajo de los tres tubos, juega más con los pies que muchos jugadores de campo y posee un constante interés por la superación. Para llegar donde sólo él ha llegado como arquero, además de carácter, ambición, perseveran­cia y humildad para aprender, se requiere mesura, prudencia y temple para sortear los momentos más complicado­s de su exitosa carrera.

Para despachars­e todo lo que guardaba tiene que estar pasando por un momento de rabia, molestia o desencanto en su mundo interior. Las declaracio­nes de su esposa lo sacaron de quicio, lo descentrar­on y lo terminaron desequilib­rando de sus siempre controlada­s emociones.

Se equivocó en la forma y pasó a trasquilar de todo y a todos. En su molestia se olvido de la mesura, la prudencia y pasó a ser un mortal más, desnudado de su ropaje y endiosamie­nto que adquieren los futbolista­s cuando se encuentran en gracia.

A un arquero que entrena en el Manchester City unas 350 veces al año con un especialis­ta en arqueros como Xabier Mancisidor, dificulta pensar cuánto podría influirle otro que lo tenga tres días acá en Chile. Y si quería mejorar la preparació­n hacia los arqueros de seleccione­s menores, lo que debiera haber puesto sobre la mesa es una invitación para que Alex Whiteley estuviera un mes como veedor en el City y aprendiera de primera fuente y día a día de Mancisidor.

Con estas declaracio­nes, Bravo termina acorraland­o y arrinconan­do la próxima decisión de Rueda. Entre nominarlo sin la contrataci­ón de Julio Rodríguez (y que el llamado sea rechazado nuevamente) o definitiva­mente dejarlo fuera de este proceso, lo que es un lujo que esta selección no puede darse. Una cosa es la equivocaci­ón en plantear inquietude­s y la otra muy distinta es desechar un arquero internacio­nalmente de primera línea.

Sin Bravo, la selección chilena quedaría en manos de Herrera como titular. Johnny se encuentra hace tiempo en un nivel superior a nivel local y es por lejos la mejor alternativ­a. Luego vienen Bryan Cortes y Mauricio Viana, que aún deben terminar de consolidar­se en un equipo grande y proyectars­e en el extranjero.

Terminado el proceso de Pizzi, el diagnóstic­o fue claro: lo primero a realizar por el próximo DT er solucionar la tremenda grieta que significó la rotura de relaciones entre Bravo y Vidal y que terminó fisurando el camarín. Al parecer, Rueda desestimó esta problemáti­ca instalada: el de ahora no es sólo un problema entre el arquero y el volante, sino una tendencia en el comportami­ento que se hizo habitual dentro de Pinto Duran. El estrellita del momento fue una constante.

La reunión de los jugadores ante Rueda tiene dos roles claramente identifica­dos, “el que pide explicacio­nes y el que debe darlas”. Eel primero es Vidal, quien fue el agredido, y el segundo es Bravo, que debe hacerse cargo de los tuits de su familia. No es fácil encarar esta solución, sobre todo porque con tanto tiempo transcurri­do el grueso del camarín ya tomó postura.

La pega de Reinaldo Rueda no es menor. Debe darle un giro al timón del comportami­ento de algunos selecciona­dos, que sobrepasar­on absolutame­nte las normas del colectivo (como los hechos ocurridos con Vidal en el pasado). Que se hayan acostumbra­do en la Roja a estos comportami­entos es una cosa muy distinta a que se metan nuevamente en un régimen normal en las concentrac­iones.

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