RENUNCIA DE PPK
SEÑOR DIRECTOR
Terminar con los partidos políticos tiene consecuencias. La crisis institucional que vive el Perú hoy así lo demuestra. Un Presidente débil, sin presencia en el Congreso, vinculado a malas prácticas y a la evidente compra de voluntades acaba de renunciar. Por el bien del Perú dice el Presidente, pero la verdad es que lo hace por su propio bien. El día viernes nadie se iba a atrever a mantenerlo en el gobierno después de evidenciar lo que todos temían, que intercambiaba favores y dinero a cambio de votos para mantenerse en el cargo. Los videos además ponen en tela de juicio a sus asesores principales que se olvidaron con quien estaban negociando: el fujimorismo.
Porque lo que ocurrió es una operación política de joyería fina orquestada por Keiko Fujimori en contra de su hermano Kenji. Tristemente PPK es solo un daño colateral, lo que evidencia su irrelevancia. La pelea entre los hermanos es una pelea por el poder y sus beneficios, centrada en las prácticas que conocieron de cerca desarrolladas por su padre, en fin una política de estilo mafioso que acepta casi todo por mantenerse en el poder.
Los escenarios que vienen son diversos. Debería asumir el Primer Vicepresidente Vizcarra que tendrá la ardua labor de armar un nuevo gabinete y tratar de generar gobernabilidad que le permita permanecer en lo que queda del periodo gubernamental. ¿Podrá hacerlo? No es para nada claro cuáles son los pasos a seguir; se evitará el adelanto de elecciones a toda costa pero eso requerirá una capacidad de negociación y articulación política que no se le conoce.
Insisto, el inicio de esta crisis no es Odebrecht, ni los videos ni el lobbismo de PPK. La clave está en la destrucción de los partidos políticos, en la profunda crisis de representatividad que lleva al Perú sumido en el gobierno del “menos malo” por más de una década.
La crisis es de sistema y por ende la solución no llegará por arte de magia de un día para el otro. Lamentablemente.
Lucía Dammert