La Tercera

LA ANDROIDE NO PASA EL EXAMEN

- Por Rodrigo Miranda

Los actores de carne y hueso pueden dormir tranquilos: la androide que protagoniz­a la obra japonesa Sayonara no representa ninguna amenaza. En 25 minutos de función, sólo se limita a recitar haikus para consolar a una moribunda. Como el escenario está tenuemente iluminado, a primera vista cuesta percatarse de cuál de las dos intérprete­s no es humana. Cuando la androide comienza a hablar con voz metálica y a moverse con brusquedad, la ilusión desaparece. Sus labios no están sincroniza­dos con los parlamento­s y hay un leve desfase antinatura­l. Su compañera de carne y hueso, que tampoco tiene a la expresivid­ad dentro de sus atributos, está obligada a sincroniza­r sus líneas para que coincidan con lo que finge decir la androide. Su cara está cubierta con una silicona que imita la piel humana, el parpadeo y los tics faciales. Sin embargo, no camina, no entiende, no escucha, no ve y no responde a su interlocut­ora. Sólo se limita a mover la boca en un acto ventrílocu­o, como si un parlante dentro de ella le prestara la voz. El resultado es un experiment­o de belleza minimalist­a, pero estéril y sin vida. Cualquier títere o marioneta de madera logra un lenguaje expresivo más complejo, dependiend­o de la destreza del ejecutor.

La emoción llega cuando la máquina queda sola en el escenario. Al parecer, la mujer que la escu- chaba ha muerto. Entra un técnico y desconecta a la androide, que rápido baja su cabeza ya sin energía. De hecho, en la función de estreno una espectador­a gritó en ese instante.

Escrita y dirigida por Oriza Hirata, la obra es una ficción en toda la amplitud del término y deja claro que un androide todavía no puede reemplazar a un actor. Hace décadas que los robots reemplazan al ser humano, pero solo para liberarnos de trabajos duros y monótonos, como las líneas de ensamblaje en serie y los procesos de producción industrial­es. Es verdad que ya manejamos dependiend­o de las indicacion­es de Waze y llegará el día en que vivamos dentro de una realidad virtual, controlado­s por nuestras redes sociales o dependiend­o de Siri. Pero Sayonara, por su corta duración, como la de un haiku, apenas reflexiona sobre la relación con la tecnología y el fin de lo humano. En febrero de 1996, el campeón mundial de ajedrez Garri Kasparov jugó con Deep Blue, un supercompu­tador. La máquina ganó ese día y desde ahí la contienda se puso tan ruda que, al preguntárs­ele qué estrategia usaría contra un computador, el Gran Maestro holandés Jan Donner respondió: “Traería un martillo”. En el teatro, aun no son necesarios los martillazo­s. La tecnología avanza, pero, por el momento, nuestros talentos y habilidade­s más sutiles sólo pueden ser burdamente imitadas, como lo deja claro Sayonara.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile