Primera reforma de Piñera
LA EXPERIENCIA NOS DEBIERA HABER ENSEÑADO QUE TENER UN SHERIFF MÁS EMPODERADO, NO ES, EN SÍ MISMA, LA SOLUCIÓN A LOS PROBLEMAS SOCIALES COMPLEJOS.
Reaccionando frente a algunas de las críticas que ha recibido la reformulación a la Ley Antiterrorista anunciada por el Presidente Piñera, su vocera, Cecilia Pérez, ha recordado una verdad de suyo evidente: “Que la izquierda no se confunda, no son ellos los que gobiernan hoy”. En lo personal, no me siento aludido. No soy de izquierda. Soy DC. Y seguiré siéndolo (¡sí!, lo dije ¡y qué!). En cuanto opositor, me siento con la responsabilidad de criticar -con respeto- lo que me parezca inconveniente. Tengo, en todo caso, la mejor disposición para cooperar de buena voluntad, en todo lo que se pueda, con quienes han recibido el encargo ciudadano de gobernar. No se me ha olvidado, entonces, que Sebastián Piñera ganó por goleada en diciembre recién pasado. Creo, por lo tanto, no estar bajo el estado de negación que la ministra Pérez le imputa a parte de la oposición. Es innegable, entonces, que el Presidente Piñera tiene perfecto derecho a proponer al Parlamento que estudie un conjunto de cambios a la Ley Antiterrorista. Y a hacerlo, por supuesto, a partir de su visión.
Hasta ahí llegan las obviedades. Lo que necesariamente sigue a continuación, deja de ser simple y evidente. Se viene -ahora- el ejercicio republicano y democrático de discutir con argumentos. Y de intentar reunir, luego del estudio, la reflexión y el debate, las mayorías parlamentarias a favor o en contra de las distintas fórmulas. Ojalá arribando a acuerdos amplios.
No conocemos todavía el texto oficial de las indicaciones. Por lo mismo, mis comentarios se remiten a lo que trascendió en este diario (que no ha sido desmentido).
Advierto, en primer lugar, varias propuestas valiosas (por ejemplo, agentes encubiertos, cooperador eficaz, entregas vigiladas, una razonable –no tipo Antorcha- regulación de la intercepción las comunicaciones, etc.). Observo también, sin embargo, la existencia de ideas peligrosas por su amplitud o vaguedad (eliminar los elementos subjetivos del tipo penal terrorista o castigar la apología el terrorismo). Dado que la ley ya protege bastante a la persona y la identidad de los testigos en peligro, no entiendo cuánto se pueda hacer para protegerlos aún más sin llegar a destruir el derecho básico de la defensa a contrainterrogar de manera eficaz. Aun cuando creo que la existencia de una asociación ilícita bien estructurada es parte central del fenómeno terrorista, no pienso que deba descartarse una regla que cubra a individuos que no pertenecen a milicias bien organizadas (por ejemplo, la explosión en la Estación del Metro Escuela Militar o la bomba al exministro Landerretche).
Espero, en fin, que a los cambios para mejorar la eficacia de la persecución penal, esfuerzo que debe apoyarse, sigan pronto medidas de orden político, cultural y económico. La experiencia nos debiera haber enseñado que tener a un sheriff más empoderado, no es, en sí misma, la solución a los problemas sociales complejos.