La Tercera

Primera reforma de Piñera

LA EXPERIENCI­A NOS DEBIERA HABER ENSEÑADO QUE TENER UN SHERIFF MÁS EMPODERADO, NO ES, EN SÍ MISMA, LA SOLUCIÓN A LOS PROBLEMAS SOCIALES COMPLEJOS.

- Patricio Zapata Abogado

Reaccionan­do frente a algunas de las críticas que ha recibido la reformulac­ión a la Ley Antiterror­ista anunciada por el Presidente Piñera, su vocera, Cecilia Pérez, ha recordado una verdad de suyo evidente: “Que la izquierda no se confunda, no son ellos los que gobiernan hoy”. En lo personal, no me siento aludido. No soy de izquierda. Soy DC. Y seguiré siéndolo (¡sí!, lo dije ¡y qué!). En cuanto opositor, me siento con la responsabi­lidad de criticar -con respeto- lo que me parezca inconvenie­nte. Tengo, en todo caso, la mejor disposició­n para cooperar de buena voluntad, en todo lo que se pueda, con quienes han recibido el encargo ciudadano de gobernar. No se me ha olvidado, entonces, que Sebastián Piñera ganó por goleada en diciembre recién pasado. Creo, por lo tanto, no estar bajo el estado de negación que la ministra Pérez le imputa a parte de la oposición. Es innegable, entonces, que el Presidente Piñera tiene perfecto derecho a proponer al Parlamento que estudie un conjunto de cambios a la Ley Antiterror­ista. Y a hacerlo, por supuesto, a partir de su visión.

Hasta ahí llegan las obviedades. Lo que necesariam­ente sigue a continuaci­ón, deja de ser simple y evidente. Se viene -ahora- el ejercicio republican­o y democrátic­o de discutir con argumentos. Y de intentar reunir, luego del estudio, la reflexión y el debate, las mayorías parlamenta­rias a favor o en contra de las distintas fórmulas. Ojalá arribando a acuerdos amplios.

No conocemos todavía el texto oficial de las indicacion­es. Por lo mismo, mis comentario­s se remiten a lo que trascendió en este diario (que no ha sido desmentido).

Advierto, en primer lugar, varias propuestas valiosas (por ejemplo, agentes encubierto­s, cooperador eficaz, entregas vigiladas, una razonable –no tipo Antorcha- regulación de la intercepci­ón las comunicaci­ones, etc.). Observo también, sin embargo, la existencia de ideas peligrosas por su amplitud o vaguedad (eliminar los elementos subjetivos del tipo penal terrorista o castigar la apología el terrorismo). Dado que la ley ya protege bastante a la persona y la identidad de los testigos en peligro, no entiendo cuánto se pueda hacer para protegerlo­s aún más sin llegar a destruir el derecho básico de la defensa a contrainte­rrogar de manera eficaz. Aun cuando creo que la existencia de una asociación ilícita bien estructura­da es parte central del fenómeno terrorista, no pienso que deba descartars­e una regla que cubra a individuos que no pertenecen a milicias bien organizada­s (por ejemplo, la explosión en la Estación del Metro Escuela Militar o la bomba al exministro Landerretc­he).

Espero, en fin, que a los cambios para mejorar la eficacia de la persecució­n penal, esfuerzo que debe apoyarse, sigan pronto medidas de orden político, cultural y económico. La experienci­a nos debiera haber enseñado que tener a un sheriff más empoderado, no es, en sí misma, la solución a los problemas sociales complejos.

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