La Tercera

Ríos, el antihéroe

Talento único, milagroso para varios que lo siguieron en el circuito. Una personalid­ad grosera, odiada, por la que se escribiero­n cientos de artículos en todo el mundo. Eso fue el Chino, así llegó a ser el uno.

- Por Alvaro Poblete I.

El padre se queda helado, su hijo no entiende nada. Después de una larga espera afuera de un exclusivo club santiaguin­o donde Marcelo Ríos entrenaba, el pequeño fanático soñaba con la oportunida­d de obtener un saludo, una firma de su ídolo. Sólo recibió el desprecio y una palabrota por la que posiblemen­te lo hubiesen castigado en el colegio. La prensa (incluido este redactor de La Tercera) también aguardaba. Fue testigo del episodio y, por cierto, recibió el mismo trato. Nadie dijo nada. Ríos era así...

Por aquellos días de 2001, el recuerdo del histórico logro del Chino en 1998, cuando llegó al primer lugar del ranking ATP, ya daba paso a la pesadilla de las lesiones en la espalda y tobillos que no le permitiero­n seguir en la cima. Quizás por eso su fanático lo encontró en un mal día, uno de tantos que protagoniz­ó desde que debutó en el Tour, en 1994.

“Ni siquiera Sigmund Freud sería capaz de darle sentido a la compleja personalid­ad y el carácter de Ríos. Entonces ni siquiera lo intentaré yo. Quizás Leonardo da Vinci o Mozart... o Mike Tyson... entendería­n a Ríos”, responde desde Miami, Scoop Malinowski, periodista especializ­ado en tenis que por años ha cubierto el circuito y que en 2012 escribió un libro dedicado a la figura del jugador. Un texto titulado Marcelo Ríos, el hombre que apenas conocíamos y que, además de ensalzar su talento, también revive historias poco difundidas del chileno, relatadas por personajes que compartier­on con él dentro y fuera de la cancha.

Su lado B, más allá de los problemas físicos, fue el verdadero Talón de Aquiles del Zurdo de Vitacura. Quienes lo conocen mejor, entre periodista­s y cercanos, aseguran que nunca pudo lidiar con la fama. No por sentirse más importante que el resto, sino porque, simplement­e, no quería ser famoso. Su único interés era jugar tenis, sobreexigi­rse incluso, al punto de jugar 28 a 32 torneos por año, cuando otras figuras del primer orden del tenis jugaban 20, como mucho.

Ni siquiera la noche de celebració­n de su triunfo sobre Andre Agassi, aquel 29 de marzo de 1998, se eximió del rostro más oscuro y rebelde del tenista nacional. Malinowski lo cuenta en su libro, en voz de Mike Nakajima, un ejecutivo de la marca deportiva que auspiciaba a Ríos y amigo del jugador . “Esa noche fuimos a cenar con un grupo de personas a un restaurant­e de carnes en Miami. Estábamos sentados con Chris Chandler, el mariscal de campo de los Atlanta Falcons, familiar de Larry Stefanki, el técnico de Marcelo. Estábamos cantando canciones maravillos­as de los 80 y un tipo que estaba allí, cubierto con una bandera chilena, cada 10 minutos gritaba ‘¡Chile-Chile-Chile!’. En medio de la cena, Ríos se levantó para ir al baño. El tipo lo siguió. Después Ríos regresó a nuestra mesa y dijo: ‘Le di un puñetazo a este tipo y lo noquié’. Entramos al baño y el chico efectivame­nte estaba fuera de combate”.

“Frío, altivo y vigorosame­nte hostil, intimida a cualquiera que se interponga en su camino, lanzando insultos a los árbitros, burlándose abiertamen­te de oponentes menores y menospreci­ando a los más grandes”. Esto escribió Sport Illustrate­d una semana antes de la gesta del Chino en Key Biscayne.

El tenista más admirado, por el que colegas pagaban dinero para verlo pintar con la raqueta, también era el más odiado. Pocos lo defendían fuera de una cancha, pocos compartían su espacio, porque él no lo permitía. A los 18 títulos que ganó, sumó varios más como el más desagradab­le del circuito. El Premio Limón de Roland Garros es uno de los que más se recuerda.

“Con suerte, algún día Ríos se convertirá en un personaje más social, porque estoy seguro de que tiene mucha experienci­a positiva y sabiduría para ofrecer. Si Mike Tyson pudo convertir su vida en un ejemplo positivo, como lo ha hecho increíblem­ente, también lo puede hacer Ríos”, añora Malinowski, quizás con exceso de ingenuidad. Con la fe que hoy ya no le tiene su ex preparador físico, Manuel Astorga, quien también fue su amigo, compañero de viajes y confesor. “Para mí, Ríos es una decepción”, sentencia. Y no quiso decir más, cansado del tema, cansado de recordar al zurdo. El Chino era así. El Chino todavía es así. ●

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► Chino Ríos, 1998, en un gesto caracterís­tico después de sus puntos.

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