La Tercera

La fe en el lenguaje

LA FIGURA DEL TERRORISTA NO HA PERDIDO UNA GOTA DE ATRACTIVO, QUIZÁ PORQUE EN UNA SOCIEDAD EN EXTREMO DESPOLITIZ­ADA, EL TERRORISTA LLEVA SUS IDEAS AL LÍMITE.

- Álvaro Matus Periodista

En El camino de Ida, la última novela de Ricardo Piglia, la vecina del narrador afirma que el gran héroe de las novelas del siglo XXI será el terrorista. Ella es una anciana especialis­ta en Tolstói, pero ve venir una suerte de revival de Dostoievsk­i y Conrad, y no es para menos: hace más de una década que el FBI intenta dar con el autor de una serie de atentados explosivos dirigidos a especialis­tas en matemática­s, informátic­a y biología, la base del conocimien­to científico.

La historia parece inventada, pero es real. En EE.UU., entre 1978 y 1995, un individuo solitario envió 16 bombas, hiriendo a 28 personas. Tres falleciero­n. El autor: Theodore J. Kaczynski, un genio de las matemática­s nacido en 1942, que a los 16 años entró a Harvard y, tras enseñar en Berkeley, se recluyó en Montana. Construyó él mismo la cabaña en que vivía. Se alimentaba de lo que pescaba o cazaba, se bañaba en el río, no utilizaba luz eléctrica, cocinaba con leña y llevaba un diario. Vivió 17 años a la manera de “un Thoreau enfurecido”, como escribe Piglia en su magnífica novela, un cruce de novela de campus, pesquisa policial y ensayo filosófico, algo muy poco común en estos días de narcisismo novelado.

El camino de Ida indaga en la fascinació­n que provoca la figura del terrorista, que acá es un hombre que abandona a su familia, sus bienes, su exitosa carrera académica, y se retira al bosque para ejercer la violencia por un ideal político. No se trata de un loco, de un individuo despedido del trabajo, un veterano de guerra o un alumno humillado por sus compañeros que agarra un rifle y dispara a mansalva en un mall o la universida­d.

La figura del terrorista no ha perdido una gota de atractivo, quizá porque en una sociedad en extremo despolitiz­ada, el terrorista lleva sus ideas al límite. Es la revolución de un hombre solo, una metáfora alucinada –si se quiere– del poder individual.

De hecho, el caso de Theodore J. Kaczynski ha motivado una veintena de libros, tres películas y ahora Discovery realizó una miniserie bastante fiel a la realidad. Y bastante sofisticad­a también, más intelectua­l que los policiales al uso. Manhunt: Unabomber muestra los esfuerzos de un agente del FBI por identifica­r al autor de las cartas bomba, a partir del análisis lingüístic­o de un ensayo que el propio Kaczynski publicó en la prensa. “La sociedad industrial y su futuro” era un manifiesto contra los avances tecnológic­os y una defensa de la vida sustentabl­e, pero más que el contenido el detective estudia las repeticion­es de palabras, los modismos y el formato mismo del texto. Solo así logra identifica­r al autor del ensayo.

En una época dominada por las imágenes y las pruebas forenses, de cámaras y muestras de sangre, esta miniserie y el libro de Piglia recuperan la fe en el lenguaje y subrayan algo que de tan evidente, se pasa por alto: al igual que el habla, la escritura es la otra manera en que la identidad emerge a la superficie.

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