La Tercera

Cómo salir de un enredo

LO COHERENTE SERÍA QUE EL GOBIERNO FIJARA UNA POSICIÓN CRÍTICA RESPECTO DE UN PROYECTO QUE PONE EN PELIGRO EL FUTURO DE NIÑOS Y ADOLESCENT­ES.

- Juan Ignacio Brito Periodista

Cuesta entender por qué el gobierno decidió entrampars­e en las arenas movedizas del proyecto de ley de identidad de género, una iniciativa heredada de la administra­ción anterior que en un principio no figuraba entre las prioridade­s de la actual, pero que ahora genera pronunciam­ientos contradict­orios del Presidente de la República y obliga al ministro de Justicia a hacer malabarism­os.

La inesperada discusión ha expuesto uno de los flancos débiles del oficialism­o: la división valórica. En Chile Vamos conviven miradas abiertamen­te contrarias respecto de asuntos como el matrimonio homosexual o la ideología de género. Y aunque en La Moneda no se cansan de repetir que la diversidad enriquece a la coalición, parece un despropósi­to que sea el mismo gobierno el que ponga a prueba la convivenci­a política al interior de la misma al plantear un asunto que tensiona a sus socios.

Más extraño resulta esto si se considera que el propio candidato Sebastián Piñera mostró en la campaña una postura distinta de la que ha insinuado ahora. Piñera ha mostrado pública simpatía con lo planteado por el sector de Chile Vamos que favorece permitir el cambio de sexo registral de los adolescent­es de 14 a 18 años cuando el joven lo pida y los progenitor­es estén de acuerdo.

Es cierto que todos tienen derecho a alterar su parecer, pero no sería fácil explicar un eventual cambio de opinión del Presidente, más aún cuando hace poco declaraba haber “estudiado mucho este tema” y estar familiariz­ado con la literatura científica sobre el asunto, la que no solo establece con claridad que la disforia de género en niños y jóvenes tiende a revertirse la gran mayoría de las veces, sino que también sostiene que resulta imposible predecir qué casos son definitivo­s y cuáles no.

En diciembre, Sebastián Piñera aseguraba que muchos casos de transgéner­os infantiles y juveniles se corrigen con la edad y pedía prudencia “para no estar haciendo cosas de las que después nos podemos arrepentir”. Ahora, apenas cuatro meses después, resultaría difícil entender que su visión de las cosas se viera tan fundamenta­lmente alterada en una cuestión donde se juegan conviccion­es profundas.

Ante la rebelión de la UDI y la molestia de RN, el ministro de Justicia sugirió ayer que existe la posibilida­d de que finalmente el gobierno no fije postura en el tema, pues “a lo imposible nadie está obligado”. Sin embargo, lo coherente con lo expresado por Piñera en campaña sería que La Moneda fijara una posición crítica respecto de un proyecto que pone en peligro el futuro de niños y adolescent­es. Si lo que se aprueba en el Congreso finalmente va en la línea de lo propuesto por el gobierno anterior, La Moneda no debería dudar en recurrir a los mecanismos que se encuentran a su alcance, como el veto, para impedir que se ratifique una legislació­n que antepone considerac­iones ideológica­s al bienestar de aquellos que dice proteger.

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