HAWKING Y LA FILOSOFÍA
SEÑOR DIRECTOR
Cuando una gran figura pública como Stephen Hawking, que contribuyó significativamente a una disciplina, muere, sus obras, logros y anécdotas resurgen en los medios. Raramente se recuerdan los disparates. Pero Hawking, como el resto de nosotros, no estaba exento de meteduras de pata. Por ejemplo, en la conferencia Zeitgeist de 2011, afirmó que la filosofía está muerta y que los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del descubrimiento en la búsqueda del saber.
Hawking pensaba que la filosofía compite con las ciencias en la generación de conocimiento y por supuesto que la filosofía no ha podido ni puede igualar a las ciencias en esos términos. Eso se debe en parte a que la filosofía entrega habilidades y actitudes más que conocimiento; no es principalmente otro campo de conocimiento, como la astronomía y la geología. De hecho, la gran diferencia con las ciencias es que no entrega a menudo respuestas “correctas”. Eso nos puede hacer pensar que la filosofía no puede aportar a discusiones, pero dar respuestas no es la única manera de contribuir a ellas. Plantear preguntas también lo es; preguntas que pueden abrir la discusión a nuevas perspectivas y poner en duda dogmas considerados indiscutibles. Muchas preguntas son triviales, pero otras llaman a la reflexión acerca de, por ejemplo, la naturaleza de las cosas o la normatividad de nuestras prácticas (¿Es la belleza subjetiva? ¿Cómo debería tratar a mi amiga?). Pensar acerca de esas preguntas es filosofía. Y es en este sentido que la filosofía es ubicua como la química y la biología no lo son.
Lamentablemente, Hawking era uno de los varios científicos extremadamente inteligentes, como Neil DeGrasse Tyson y Bill Nye que no entienden lo que la filosofía es y aporta.
Leandro De Brasi Director Magister en Filosofía Universidad Alberto Hurtado