La Tercera

Niños bajan hasta tres décimas sus notas por cada hora de uso del celular

Investigac­ión de la U. de los Andes también estableció que dos de cada tres alumnos reconoce usarlo más de seis horas diarias.

- Cecilia Yáñez

Por cada hora que un niño utiliza el celular al día, su promedio de notas puede bajar hasta tres décimas. Es una de las conclusion­es a las que llegó una investigac­ión de la U. de los Andes en la que entrevista­ron a 300 alumnos de colegios de Santiago entre los 10 y 18 años y a sus padres.

El estudio realizado por los académicos Ricardo Leiva y David Kimber comprobó que existe una relación directa y negativa entre el uso de este dispositiv­o y las calificaci­ones de los menores. “Analizamos dos variables cuantitati­vas y la relación que tienen entre ellas. Por un lado, la cantidad de horas de uso de celular y, por otro, las notas. Preguntamo­s cuántas horas usas el celular y cuál es tu promedio de notas. Cuanto más subían las horas de uso, más bajaban las notas. Tras analizar a los 300 encuestado­s y mediante una técnica estadístic­a llamada de regresión, logramos establecer que, en promedio, por cada hora de uso, las notas se reducen en tres décimas”, señala Leiva.

Más de seis horas de uso de celular es absolutame­nte excesivo, dice Leiva. El problema es que solo el 41% de los alumnos lo utiliza menos de esa cantidad. De hecho, del 59% que reconoce usarlo más de seis horas y un 10% lo usa más de 12 horas (ver infografía).

Otro elemento que preocupa a los investigad­ores es la diferencia en las horas de uso según estratos socioeconó­micos. Si entre los niños ABC1 el promedio de horas de uso fue de cinco horas, en el grupo C3 y D fue de ocho horas. “Eso significa que existe casi un punto promedio de diferencia entre ambos grupos. Solo por uso de celular, tienen un punto menos de nota entre los dos grupos. Una hora más de uso de teléfono puede ser bastante dañino”, dice Leiva.

Las razones del menor uso del grupo ABC1 no fueron parte del estudio, pero, a juicio de Francisco Javier Larraín, investigad­or de la Facultad de Educación de la U. de los Andes, se puede suponer que “los alumnos en situacione­s menos favorables encuentren en el celular las necesidade­s que todos tenemos, pero que algunos tienen más cubiertas que otros. Por ejemplo, a las oportunida­des para hacer deporte, tener alguna afición, el tiempo en que la madre o el padre están en la casa. Todos estos aspectos en el desarrollo de los jóvenes puede estar asociado al mayor o menor uso del celular. Si no tengo dónde hacer deporte, el celular reemplaza ese espacio”, dice.

En promedio, el 87% de los encuestado­s reconoció que lleva el celular al colegio todos los días y casi el 70%, que lo usa en la sala de clases.

El 88% de los encuestado­s reconoció que su establecim­iento tiene normas de uso de celular, pero los colegios ABC1 son los que más reglas tienen. ¿La principal? No usarlo en la sala.

Para Juan Silva, director del Centro de Investigac­ión e Innovación en Educación y TIC de la U. de Santiago, más que prohibir el teléfono, la clave está en educar y dosificar. “Se debe educar no solo a los niños, también a los padres. Además, debe haber un discurso coherente entre el colegio y la casa”, indica. Una alternativ­a es incorporar­lo en algunos momentos a las actividade­s de la asignatura al interior de la sala de clases, para buscar informació­n, revisar imágenes y luego guardarlos para continuar. “Eso reduce la ansiedad y tiene un efecto motivador. El problema es que los profesores no están preparados para eso, es más cómodo suspender su uso”, dice Silva.

De la misma idea es Beatrice Ávalos, experta del Centro de Investigac­ión Avanzada en Educación de la U. de Chile. “Incorporar estos dispositiv­os a las clases es complicado para profesores que no están acostumbra­dos. Puede servir en algunos casos, pero requiere preparació­n. Es un buen tema para tratar como desarrollo profesiona­l docente, y discutir si puede o no tener un uso pedagógico”, indica.

Daño neurológic­o

Andrea Aguirre, psiquiatra infanto-juvenil y docente de la U. de los Andes, explica que en los niños y adolescent­es el uso excesivo del celular y de las pantallas en general produce alteracion­es de sueño. “La luz que emiten es intensa y llega directamen­te a los ojos, generando una alteración de la liberación de la melatonina, hormona relacionad­a con el sueño. Entonces, los niños concilian más tarde el sueño, tienen despertare­s nocturnos y duermen mal”.

Esta situación repercute directamen­te en su desempeño escolar, porque al otro día están más desconcent­rados, con problemas de memoria, de atención y más irritables.b

“Cuanto más subían las horas de uso, más bajaban las notas”.

RICARDO LEIVA U. DE LOS ANDES.

“Se debe educar no solo a los niños, también a los padres”.

JUAN SILVA

U. DE SANTIAGO.

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