Un “déjà vu”
SI EL GOBIERNO NO ASUME LA INICIATIVA EN LA AGENDA, HABRÁ PRONTO UN “DÉJÀ VU”, LA SENSACIÓN DE QUE ESTAMOS ANTE UNA SITUACIÓN QUE YA SE HA EXPERIMENTADO ANTES.
El principal riesgo de la nueva administración es que la historia del primer gobierno de Sebastián Piñera se repita. Una de grandilocuencia e hiperactividad inicial, que en términos políticos se tradujo en muy poco y que además fue incapaz de enfrentar el obstruccionismo legislativo de la oposición, que gozaba –como ahora- de mayoría en el Congreso. Lo primero se ha enfrentado con una actitud contenida del Presidente, que aparece y habla menos, dejando que los ministros cumplan un rol más estelar. Pero el riesgo de extralimitación subsiste, lo que quedó en evidencia en el anuncio presidencial de las indicaciones al proyecto de ley antiterrorista, las que –aseveró el mandatario- nos pondrán “a la vanguardia en la materia de instrumentos legales para combatir el terrorismo, no solamente en nuestro continente sino que a nivel mundial”. O sea que daremos clase urbi et orbi, algo que suena similar a que “hemos hecho más en 20 días que otros en 20 años”.
Lo segundo se enfrenta creando comisiones, en las que se busca participen personeros de oposición, con el fin de lograr acuerdos nacionales que precedan al trámite legislativo. Como algunos han aceptado la invitación, habría un triunfo político: la división de las huestes opositoras. Discutible, porque la lógica mesiánica que los anima, que no admite ninguna agenda distinta de la propia –mucho de eso se ha visto en el discurso de estos díaslos llevará a exigir que las comisiones acojan el grueso de sus planteamientos. Si lo logran, lo proclamarán como -y será- un éxito suyo, que a lo más conducirá cambios en el balance de poder dentro la izquierda, pero poco resultará para el gobierno. En caso contrario se retirarán de ellas, con la celebración de los que permanecieron fuera. En ambos casos se verá como un fracaso del oficialismo. Además, la sola existencia de comisiones, concepto desgastado y con aire a inutilidad, no solo es dudosa sino que forja la sensación de un gobierno sin agenda ni soluciones propias, y necesitado de ideas y orientaciones.
Una nueva administración, en particular si obtuvo un mandato sólido en las urnas, debe tener ante los grandes problemas nacionales planteamientos sólidos y soluciones definidas, y jugarse por materializarlas en el Congreso. Por cierto que carecer de mayoría parlamentaria es un inconveniente, pero ahí es donde importa el liderazgo presidencial, que debe apelar al apoyo de la ciudadanía y reclamar el derecho a ejercer el mandato recibido del pueblo, denunciando el bloqueo ideológico y la intransigencia. La tendencia a no querer pagar costos y el recurso a la contención presidencial para evitar errores no forzados, conspiran contra tal posibilidad. Si el gobierno no asume la iniciativa en la agenda y rechaza el pauteo de la izquierda, habrá pronto un “déjà vu”, la sensación de que estamos ante una situación que ya se ha experimentado. Y a poco andar, dejará de ser una sensación.