La Tercera

A cuidar las lucas

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Este contribuye­nte saluda la decisión del ministro de Hacienda de ahorrar unos US$ 500 millones en gastos superfluos al Estado. Asimismo, manifiesta su estupor ante el evidente trasfondo de esta medida; esto es, que durante un montón de tiempo hemos tirado por la borda esos mismos US$ 500 millones y vaya a saber uno si no podrían ser aún más.

Tampoco puede este contribuye­nte dejar de relacionar lo anterior con el reclamo de aquellos operadores políticos (porque otro nombre no tienen) que hoy protestan porque se quedaron sin la peguita que tenían a costa de nuestros impuestos.El propio ministro del Interior nos revela que serían varios a los que apenas se les veía la cara el día de pago.

Sus declaracio­nes trajeron a mi memoria al Presidente Macri, de quien se cuenta que, a poco de asumir, citó a trabajar a todos los empleados públicos (fijos, a contrata u honorarios). La sorpresa (que de sorpresa tiene poco) es que apareció más gente que puestos y funciones. Entonces, cual juego de las sillas musicales, se decidió que solo permanecer­ían quienes justificar­an su existencia.

Me permito recordar a los pocos lectores de esta columna, que de los exiguos 490 mil empleos creados durante la reciente administra­ción Bachelet, casi la mitad correspond­ió a cuenta propia (o sea, festival de choferes Uber) y del restante asalariado, más de 170 mil terminaron en la esfera fiscal, incluyendo a la señora Urquieta que tantas ganas tenía de continuar en la administra­ción pública.

Sobran empleados públicos. Pero con la medida del señor ministro nos enteramos también que en el presupuest­o de la República sobraban gastos en publicidad, suscripcio­nes de diarios, pagos de honorarios, viáticos, gastos de protocolo, arriendo de infraestru­ctura para shows internos y quizás cuánta otra lesera en la que más de alguien gasta plata porque no proviene de su bolsillo. Hasta nos enteramos que las damas y caballeros del aparato fiscal pueden seguir movilizánd­ose en sus mismos autitos y así ahorrarnos la módica de US$ 19 millones al año en vehículos nuevos.

Quedo con la impresión, en consecuenc­ia, que este esfuerzo de austeridad debería ser permanente y hasta podría formar parte de la evaluación a los empleados públicos, para que así le pongan más empeño y cuidado al momento de utilizar nuestros dineros.

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