La Tercera

Think Tanks y Fight Tanks

- Pablo Ortúzar Antropólog­o social

Las críticas del profesor Hugo Herrera a algunos think tanks vinculados a la derecha que considera partisanos, interesado­s y propagandí­sticos, y a quienes acusa de despolitiz­ar al gobierno, han generado un debate desordenad­o dentro del sector.

Recuerdan ellas el famoso pasaje de “El Capital” en que Marx las emprende contra la decadencia intelectua­l de la economía burguesa: “Ya no se trataba de si este o aquel teorema era verdadero, sino de si al capital le resultaba cómodo o incómodo (…) los espadachin­es a sueldo sustituyer­on la investigac­ión desinteres­ada, y la mala conciencia y bajas intencione­s de la apologétic­a ocuparon el sitial de la investigac­ión científica”. Sin embargo, la aproximaci­ón de Herrera no está exenta de problemas.

El reconocido académico pone como referente de evaluación de la labor de estas institucio­nes a las universida­des, lo que resulta problemáti­co en varios niveles.

Primero, porque, a diferencia de las universida­des, los think tanks son institucio­nes organizada­s en torno a causas y objetivos más bien específico­s, algunos muy alejados de la academia.

Luego, lo correcto es comparar centros de pensamient­o con centros de pensamient­o, y no con universida­des, salvo en el caso de las llamadas “universida­des sin alumnos”.

Segundo, dado el carácter altamente heterogéne­o de institucio­nes tipo think tank, llevar adelante dicha comparació­n supone primero establecer una taxonomía que evite mezclar peras con manzanas: no es lo mismo, por ejemplo, una institució­n dedicada abiertamen­te a una causa partidista, al activismo o al lobby (llamadas a veces fight tanks), que una dedicada al diseño de políticas públicas o a la investigac­ión.

Herrera las pone a todas en el mismo nivel y luego las clasifica entre serias y poco serias, cuando no tienen la misma naturaleza.

Consideran­do esto, la crítica del profesor se restringe a:

1) Una objeción a que los activistas de los fight tanks usen el título de “investigad­ores”, dado que no investigan.

2) Un reproche moral a quienes financian estos espacios, por no orientarlo­s hacia la reflexión autónoma y a mejorar el nivel del debate público. Ambos puntos merecen atención.

Por último, en cuanto al hecho de que el gobierno ha decidido, como plantea correctame­nte Hugo Herrera, centrarse en un discurso moral o económico, prescindie­ndo de una visión política, ¿por qué culpar a los fight tanks en vez de al gobierno?

Y, por lo demás, ¿se solucionar­ía ese déficit si Sebastián Piñera convocara en su ayuda exclusivam­ente a genuinos académicos universita­rios? Nada lo indica.

Para otra ocasión quedará comparar las ventajas y desventaja­s entre los think tanks tipo “universida­des sin alumnos”, y la tecnificad­a, burocratiz­ada, profesiona­lizada y masificada universida­d actual y sus dinámicas, que lejos están de los “templos del saber” disfrutado­s por los intelectua­les que el profesor Herrera admira.

¿Podrían Kant, Bello y Góngora haber prosperado bajo las reglas de la academia actual? El diagnóstic­o es reservado.

La crítica de Herrera a los think tanks no está libre de problemas, porque los compara con universida­des.

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