Sin sorpresas
Tampoco es que haya que salir a defender a Radiohead o darles porque sí. El tema a debatir es si con lo que hicieron en el pasado -y que les permitió ser la mejor banda de su generación-, les sigue alcanzando hoy para sostener lo mismo. No es casual que el mejor título de su repertorio haya sido aquel que en que reactualizaron lo hecho por Pink Floyd a mediados de los 70. Y aunque hoy parezcan “sorprendidos” por lo bien que han envejecido las canciones del aludido OK Computer (1997), así como insinuando que es solo uno de los grandes títulos de su catálogo, lo cierto es que los británicos nunca más lograron hacer algo que estuviera a la altura de ese clásico registro.
Lo que vino después fue más bien un quiebre artístico como el que se dejó escuchar en Kid A, de 2000, pero que luego vendría secundado por una seguidilla de discos cada vez más inescuchables hasta llegar al muy menor A Moon Shaped Pool (2016). Porque lo que le ha pasado a Radiohead es precisamente eso: que es un grupo con muy buena prensa, pero que olvidó por completo cómo hacer canciones realmente recordables. Su perfil se ha mantenido alto más bien gracias a asuntos extramusicales, como eso de liberar sus discos, invitar a que la gente pague lo que quiera por ellos y montar anti campañas de marketing en la web (aunque sean campañas después de todo). En resumen, los de Oxfordshire han logrado sostenerse gracias a esa postura díscola, símbolo de la incorrección y en apariencia antisistémica frente al mismo mainstream que les permitió en su momento convertirse en un grupo de amplia repercusión.
Para decirlo en jerga de industria, Radiohead se convirtió en el commodity del grupo admirado en los tiempos modernos. En el conjunto al que le tienen guardadas las cinco estrellas de rigor cada vez que sacan un disco, sea éste bueno o no, se lo merezca o no. Y ese es precisamente el punto de discordia. Porque nadie desconoce su trayectoria y que cada cosa que decidan hacer en el negocio de la música va a tener una resonancia distinta aunque alguien más lo haya hecho antes. Básicamente, porque se trata de una banda grande. Pero lo cierto, o más bien lo que sienten muchos, es que hoy el conjunto de Thom Yorke es más bien la sombra de lo que fue creativamente hablando. Porque podrán declararse “asombrados” con el recibimiento de la gente respecto de sus temas más clásicos (por lo pronto, los mismo que suenan en momentos claves de sus conciertos), pero la sensación que queda es que a Radiohead, el grupo de las mejores canciones melancólicas de los 90, se le olvidó precisamente cómo seguir haciéndolas.