Tener pelotas
En el mundo de la música popular es más rentable abrazar las causas unánimes, y producir bajo los consejos de una junta directiva trazando metas. U2 y Coldplay operan así. También está la alternativa de celebrarse a sí mismo como lo hace Roger Waters acarreando un museo en vivo para conmemorar a Pink Floyd, o componer con piloto automático, el hábito de Pearl Jam. Son opciones artísticas y mercantiles válidas, también mortalmente aburridas. El mejor rock no repite la jugada sino que se expande.
Radiohead y en particular Thom Yorke no manifiestan interés alguno en complacer a facciones conservadoras. Tampoco lucen muy preocupados por la corrección política. Defendieron la impopular decisión de actuar en Israel, y el año pasado el líder comparó el trato de Google y Youtube hacia los artistas, con la Alemania nazi y la pesca de arrastre.
Los podríamos tener mañana con el Estadio Nacional repleto repasando Ok Computer (1997), pero traen A moon shaped pool (2017), el álbum más discreto en largo tiempo. Radiohead sería grandioso para la masa si de una vez por todas se dejan de desfragmentar las canciones y cogen las guitarras de los primeros discos, cuando levantaron un cerco entre ellos y el resto de la escena británica embriagada de brit pop.
A partir de Kid A (2000), donde una parte del público vio una muralla, para quienes aprecian la música como una aventura constante y un camino a la reinvención, han disfrutado de una trayectoria con las oscilaciones propias de una larga biografía con títulos mejores que otros, siempre empeñados en ampliar el vocabulario estilístico. Las guitarras nunca se han ido, solo que ahora no siempre pivotean la música, como la electrónica y el jazz agregan tintes a la paleta compositora.
Radiohead también ensaya, acierta y yerra mostrando agallas cuando desafía los convencionalismos del mercadeo discográfico. U2 metió a la fuerza su penúltimo trabajo en iTunes, en cambio el grupo de Oxford preguntó a la gente cuánto quería pagar por In rainbows (2007), provocando espanto en la industria.
La naturaleza del material se volvió más áspera, críptica y, a ratos, auto complaciente, pero sus discos todavía son acontecimientos y encarnan éxito comercial, a pesar de contener riesgo y desafío. Cinco de seis de sus últimos lanzamientos han sido número uno en Inglaterra. En Estados Unidos esos mismos títulos han oscilado entre el tercer y el primer puesto. Lo que Radiohead transa en fama lo ha ganado en reputación. De esto se trataba el mejor rock. Mirar hacia adelante, ir contra las reglas y dictar las propias.