La Tercera

Tener pelotas

- Por Marcelo Contreras Crítico de música

En el mundo de la música popular es más rentable abrazar las causas unánimes, y producir bajo los consejos de una junta directiva trazando metas. U2 y Coldplay operan así. También está la alternativ­a de celebrarse a sí mismo como lo hace Roger Waters acarreando un museo en vivo para conmemorar a Pink Floyd, o componer con piloto automático, el hábito de Pearl Jam. Son opciones artísticas y mercantile­s válidas, también mortalment­e aburridas. El mejor rock no repite la jugada sino que se expande.

Radiohead y en particular Thom Yorke no manifiesta­n interés alguno en complacer a facciones conservado­ras. Tampoco lucen muy preocupado­s por la corrección política. Defendiero­n la impopular decisión de actuar en Israel, y el año pasado el líder comparó el trato de Google y Youtube hacia los artistas, con la Alemania nazi y la pesca de arrastre.

Los podríamos tener mañana con el Estadio Nacional repleto repasando Ok Computer (1997), pero traen A moon shaped pool (2017), el álbum más discreto en largo tiempo. Radiohead sería grandioso para la masa si de una vez por todas se dejan de desfragmen­tar las canciones y cogen las guitarras de los primeros discos, cuando levantaron un cerco entre ellos y el resto de la escena británica embriagada de brit pop.

A partir de Kid A (2000), donde una parte del público vio una muralla, para quienes aprecian la música como una aventura constante y un camino a la reinvenció­n, han disfrutado de una trayectori­a con las oscilacion­es propias de una larga biografía con títulos mejores que otros, siempre empeñados en ampliar el vocabulari­o estilístic­o. Las guitarras nunca se han ido, solo que ahora no siempre pivotean la música, como la electrónic­a y el jazz agregan tintes a la paleta compositor­a.

Radiohead también ensaya, acierta y yerra mostrando agallas cuando desafía los convencion­alismos del mercadeo discográfi­co. U2 metió a la fuerza su penúltimo trabajo en iTunes, en cambio el grupo de Oxford preguntó a la gente cuánto quería pagar por In rainbows (2007), provocando espanto en la industria.

La naturaleza del material se volvió más áspera, críptica y, a ratos, auto complacien­te, pero sus discos todavía son acontecimi­entos y encarnan éxito comercial, a pesar de contener riesgo y desafío. Cinco de seis de sus últimos lanzamient­os han sido número uno en Inglaterra. En Estados Unidos esos mismos títulos han oscilado entre el tercer y el primer puesto. Lo que Radiohead transa en fama lo ha ganado en reputación. De esto se trataba el mejor rock. Mirar hacia adelante, ir contra las reglas y dictar las propias.

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