La Tercera

¿Acuerdo o maniobra?

- Eugenio Rivera Fundación Chile 21

Si el Presidente quiere alcanzar acuerdos que lo fortalezca­n, el camino no es otro que una agenda que debilite a la izquierda” dice Gonzalo Cordero en una reciente columna en este medio. Esta versión del sentido del acuerdo, preocupa pues parece no solo ser esgrimida por el autor mencionado sino que también por autoridade­s de la actual administra­ción.

Si bien es cierto que los acuerdos no los produce la “buena onda” no es posible alcanzarlo­s sin generar un clima global de entendimie­nto, sin dar señales de una disposició­n a conversar (lo que supone la construcci­ón consensuad­a de una agenda que de ninguna forma puede ser definida por una de las partes), sin medidas de confianza mutua (¿que peor señal que el único diálogo posible es el que apunta a debilitar el adversario?) ni atacando los avances más preciados que la hoy oposición considera que logró en el período presidenci­al anterior.

Hay sin duda confusión de términos. “Acuerdo nacional” alude a la búsqueda de un entendimie­nto entre las principale­s fuerzas políticas de un país respecto de temas de particular relevancia y urgencia. Otra cosa muy distinta es que un gobierno busque imponer una agenda sobre la base de la cooptación de congresist­as individual­es de la oposición. Esta opción, si bien puede lograr avances puntuales en el programa gubernamen­tal, parecería más un inicio de hostilidad­es.

Más allá de estas considerac­iones, haría bien el gobierno en definir el tipo de acuerdo que pretende alcanzar. También debe mirar con mayor agudeza donde radican las posibilida­des efectivas de alcanzar un acuerdo nacional (si es que esa es una voluntad efectiva de la nueva administra­ción que se cuestiona diariament­e por decisiones y declaracio­nes de sus principale­s dirigentes). Los temas tienen que ser definidos por las partes concurrent­es; deben aludir a problemas centrales que afectan a la Nación, deben implicar beneficios para el país, el gobierno pero también para la oposición. Todo esto requiere capacidad de diálogo, habilidad política y sin duda un tono distinto, definido hasta ahora por ministros sectoriale­s sin que el jefe de gabinete parezca asumir el rol orientador que se esperaría de esa autoridad.

Es difícil que los acuerdos nacionales se logren si, simultánea­mente, se busca retrotraer lo avanzado por la anterior Administra­ción sea en lo relativo al aumento de los tributos de los más ricos (la reducción en las contribuci­ones sin que se haya puesto un tope, digamos propiedade­s de hasta 3.000 UF, lo que se agrega a la reducción del impuesto a las grandes empresas que junto con la reintegrac­ión tributaria implica que los ingresos públicos por ese concepto caerán en US$ 2.000 millones anuales), a los avances en el fin efectivo del lucro en la educación superior y el avance de las libertades individual­es. El acuerdo nacional es posible si se busca un “Win –Win” si se mira al futuro y se centra la atención en ¿cómo seguir avanzando en la protección de la infancia y en una educación más igualitari­a y de calidad; hacia una economía intensiva en conocimien­to; en la modernizac­ión, reforma, descentral­ización y democratiz­ación del Estado y en la derrota de la delincuenc­ia y el crimen organizado?

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