El coraje de dialogar
HAY QUE REIVINDICAR EL DIÁLOGO COMO FUNDAMENTO DE LA VIDA EN DEMOCRACIA. ELLO NO IMPONE UN CRITERIO ÚNICO, SOLO EXPLORA LA OPCIÓN DE ENTENDERSE PARA QUE EL PAÍS AVANCE.
No sabemos qué frutos darán las comisiones presidenciales, pero es valioso que Piñera haya partido favoreciendo el diálogo en torno a las políticas de infancia, seguridad, salud, lucha contra la pobreza y paz en La Araucanía. Marginarse de ese esfuerzo es difícil de explicar, como lo han demostrado los dirigentes del PS. ¿Qué los llevó a rechazar la invitación del Mandatario? ¿Quizás el impulso de negarle la sal y el agua, como hace muchos años a Frei Montalva? Si esa es su motivación, significaría que recaen en los errores de una época de extravíos, y que olvidan las enseñanzas de la reconstrucción democrática.
Lo que parece predominar entre los dirigentes socialistas es un pesado sentimiento de frustración por haber perdido el gobierno, lo que se traduce en el deseo de tomarse la revancha lo más pronto posible. Por eso creen que les conviene sostener una línea de oposición intransigente frente al gobierno. Pues bien, por ese camino no encontrarán nada bueno. Más les serviría reflexionar sobre los numerosos errores que han cometido.
Hay una corriente opositora a la que le preocupa absurdamente que el gobierno pueda beneficiarse con el diálogo. Es obvio que si Piñera y sus ministros adoptan decisiones bien encaminadas, obtendrán reconocimiento ciudadano, pero también lo obtendrán quienes, desde la oposición, muestren una disposición constructiva. La competencia política no se detendrá y la expresión de las discrepancias tampoco. Basta con que los partidos resistan la mezquindad y el espíritu tribal, de lo cual dieron elocuentes muestras los críticos de Carolina Goic dentro de la DC, debido a que ella se incorporó a la comisión de Seguridad, y los que le pidieron cuentas a Gabriel Boric en el FA y el PC, debido a que él se sumó a la Comisión de Infancia.
El gobierno deberá ser criticado cada vez que lo merezca, pero habrá que reconocer sus aciertos cuando los haya. Lo que importa al fin de cuentas es que el país progrese de verdad y, por lo tanto, no tiene sentido oponerse por principio a este o a cualquier gobierno, o considerar que una iniciativa justa deja de serlo por el hecho de que es promovida por los adversarios. Chile necesita una mejor política, y ello supone trascender las trincheras y apostar por la racionalidad democrática.
Quienes se oponen al diálogo dan la impresión de que temen contagiarse con el clima de cooperación, o verse forzados a cambiar de opinión por la información recibida, u obligados a suscribir ciertos consensos, en fin, todo aquello que puede “confundir” la identidad partidaria.
Hay que reivindicar las virtudes del diálogo como fundamento de la vida en democracia. Ello no anula la diversidad, no impone un criterio único, solo explora la posibilidad de entenderse para que el país avance. Por eso, hay que alentar a quienes no temen encontrarse con los que piensan distinto para razonar juntos sobre las mejores soluciones posibles a nuestros problemas.