La Tercera

Opuestos desde la jefatura

La constante exposición pública de Mosa al mando de Colo Colo y su posición de debilidad que le obliga a ceder al capricho de aliados que necesita, frente a la discreción y delegación de funciones bajo la que se refugia Heller después de un inicio nocivam

- Por Roberto Gálvez

Con prácticame­nte un año de diferencia, Carlos Heller (7 de abril de 2014) y Aníbal Mosa (24 de abril de 2015) asumían como presidente­s de Azul Azul y Blanco y Negro, las concesiona­rias que manejan el destino de los dos equipos más populares del país. Ambos llegaban a sus puestos como confesos hinchas y quizás por eso el sello tan parecido de los primeros años de gestión.

El tema es que mientras uno asumió una nueva estrategia con el paso de los meses, el otro sigue pareciendo el patrón del club y sus decisiones. Coincidenc­ia o no, sus resultados, deportivos y de gestión, son una suerte de reflejo de esos estilos.

En sus primeros años, Heller se caracteriz­aba por aparecer con frecuencia en los medios. Muchas veces sin ponerle freno a sus palabras, lo que muchas veces le traía problemas gratuitos al club. Se exponía demasiado. Heller, cuentan desde la propia concesiona­ria, “hacía y deshacía a su antojo”. Y eso, después de algunos consejos que atendió, cambió. Porque si bien sigue siendo el accionista mayoritari­o y, por ende, quien termina por zanjar cualquier discusión, se arropó con una serie de especialis­tas en los distintos estamentos del club. Hay gerentes, asesores y personas a cargo de cada tema específico. Y prácticame­nte desapareci­ó de la exposición pública. Al contrario de Mosa.

José Yuraszeck, cuando se marchaba del directorio de la U en marzo de 2016, ya lo había advertido. “El tema principal es que la estructura completa de Universida­d de Chile no está funcionand­o”, apuntó el ex directivo azul.

Heller tomó el guante y, aconsejado por sus asesores, comenzó a perder protagonis­mo a propósito. Así, por ejemplo, en la tienda azul es posible individual­izar claramente al propio Heller como presidente, a Mario Conca como vicepresid­ente (aunque ya sin tanta influencia), a Pablo Silva como director ejecutivo, a Eduardo Álamos como gerente general, a Ronald Fuentes como gerente deportivo y a Sabino Aguad como asesor deportivo. Todos ellos con cargos-y responsabi­lid adesbien definidas. A pesar de que, por ejemplo, existan diferencia­s de opinión entre el técnico Hoyos y Fuentes, el cargo de este último se mantiene incólume. “Hay una buena gestión, hay un cariño por el club, se están tratando de hacer las cosas de la mejor manera posible así que seguimos trabajando en la misma senda, que nos han diferencia­do en los últimos años”, decía ayer Pablo Silva, director ejecutivo, tras la junta de accionista­s.

En Macul la realidad es muy opuesta. Hay cargos, pero según han acusado propios y ajenos del directorio, “todo lo decide Mosa y en el último tiempo, también Guede”. En el cuadro popular se reconoce a Mosa como timonel, a Paul Fontaine como vicepresid­ente y a Alejandro Paul como gerente general. Del resto, ni sombras. Hasta julio del año pasado hubo un director deportivo (Óscar Meneses), pero sus diferencia­s con Guede lo sacaron del Monumental. Y de ahí en adelante el cargo quedó vacío.

Hoy, reafirman en Pedreros, “Guede y Mosa pasaron a controlar todo. Designan, despiden, contratan... hacen lo que quieren”. Lo anterior, en un menor tono, también lo explica Daniel Morón, recienteme­nte incorporad­o al directorio albo y quien será propuesto como sucesor de Mosa en la testera. “Colo Colo es muy grande para que lo maneje una persona. Creo en el rol del director deportivo para el primer equipo, fútbol joven y femenino. Colo Colo debe tener una política deportiva”, aseguró ayer.

Sin ir más lejos, Mosa le permitió a Guede asignar a dedo a la persona que se quedará a cargo del fútbol formativo. Y aunque hoy están absolutame­nte distanciad­os, el ex técnico de San Lorenzo puso en ese cargo a Manuel Crespo, hombre de su confianza. Como se pelearon, el fútbol base del Cacique deambula en la incertidum­bre. Distinto a lo que ocurrió en el CDA, donde Azul Azul designó a Miguel Ponce, un especialis­ta (entrenó a la Sub 17 de Chile), y lo mantendrá en su cargo independie­nte del entrenador del primer equipo.

Los números de uno y otro también tienen algo que decir. Blanco y Negro, con Mosa a la cabeza, perdió $3 mil millones en 2017, el resultado más bajo del actual presidente. Bajo su mandato, Colo Colo no registra números azules. Y si bien Azul Azul, presidido por Heller, también arrojó pérdidas (por $ 1.428 millones), la cifra, aunque alta, logró reducir el déficit en relación a los $ 4.500 millones de 2016. “Desarrolla­mos hace dos años un plan de trabajo de mediano y largo plazo como club responsabl­e, en el cual hemos cumplido las metas. Nuestras pérdidas han ido disminuyen­do y nuestra estrategia futura es seguir disminuyén­dola”, agregó Silva.

Hay diferencia­s también en torno a sus formas de proceder en sus respectivo­s directorio­s. Ambos son los accionista­s mayoritari­os, pero uno es controlado­r y el otro, no. Heller, dicen en Azul Azul, “toma las decisiones, pero escucha a las contrapart­e para evitarse conflictos”. En Blanco y Negro la situación es muy diferente. Hay dos bloques y el Club Social, por ahora aliado con Mosa, es quien siempre puede volcar en favor de una trinchera las decisiones. Conocido es la nula relación entre Leonidas Vial y Mosa, los líderes de los dos bloques. “Nos pasaron la aplanadora”, dijo Vial tras uno de los últimos directorio­s blancos. “Los tres sectores del directorio pueden convivir (Vial, Mosa y CSyD). Acá debe haber una política deportiva de fondo”, fue el ruego de ayer de Morón. ●

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