Mejorar el aprendizaje en la escuela
Daniel Kahneman, psicólogo y Nobel de Economía, en su libro “Pensar rápido, pensar despacio”, destaca los sesgos que llevan al ser humano a decisiones erradas al privilegiar el pensamiento apresurado sobre el pausado. En esa línea, en los pasados cuatro años la educación chilena vivió una era de apresuramiento, porque sus conductores, sistemáticamente, recurrieron a los sesgos ideológicos y sus derivados mitos educativos, como fuentes de la política del sector. Ello implicó, por ejemplo, privilegiar la educación universitaria sobre la escolar y focalizarse en la propiedad legal de las escuelas en vez de enfatizar la “propiedad pedagógica” para abordar el aprendizaje en sus aulas, siendo el alcance a “los patines” solo un botón anecdótico de muestra y la eventual aplicación del modelo finlandés, un espejismo.
El actual gobierno señaló en su campaña que privilegiará a los niños y, en especial, su educación y en pocos días habrá transcurrido ya un mes desde su asunción, para un período que dura solo cuatro años. La mala noticia es que los cambios educativos demoran a lo menos el lapso de una cohorte escolar, eso es doce años, en fructificar. Es por ello crítico no esperar más para recurrir al pensamiento reposado que, paradojalmente, permite avanzar seguro y basar las decisiones en evidencia real que señale caminos educativos válidos.
Algunas pistas al respecto. Al estilo del anterior período, hay quienes siguen estigmatizando al Simce, como evaluación estandarizada. Si bien la compulsión de aplicarlo en todos los ramos y todos los años, es exagerada, sí es una herramienta adecuada para determinar si acaso el rumbo de la política educativa es el correcto. Tampoco entrega un indicador exhaustivo de la calidad de la educación, pero da indicios válidos del aprendizaje de los estudiantes, que otros medios no aportan. Se podría hasta concordar en que es un mal necesario.
La evidencia indica que es central que quién enseña sepa hacerlo y conozca su área, como que sea bien remunerado. Por ello la formación de docentes es crítica. Poner exigencias al educador es tan importante como al que sana la enfermedad. Pagarle lo que corresponde, también lo es.
La capacidad lectora es aún el factor común de todo aprendizaje y en Chile es paupérrima. Cuando el 65% de la fuerza de trabajo chilena está bajo el mínimo aceptable según estándares de la OCDE, los egresados de media difícilmente pueden estar mejor ubicados. Es un foco ineludible.
En todo caso, la investigación reitera que la raíz del aprendizaje está en el aula, incluyendo todos sus elementos además del maestro, como los programas, el tiempo en la tarea, los textos y elementos de apoyo. Por eso en educación un solo elemento no hace la diferencia, sino que la combinación de todos genera el milagro del aprendizaje humano.
Los ingredientes son muchos y el tiempo escaso. Esperemos que estos cuatro años generen el despegue de la educación chilena, para que en los siguientes ocho años se llegue a la meta.