Jueces y política
LOS JUECES TIENEN OPCIONES POLÍTICAS, SI NO LAS TUVIERAN SERÍAN PERSONAS SIN INTERÉS POR LA SOCIEDAD, POR SU FORMA DE ORGANIZACIÓN Y LOS CRITERIOS DE JUSTICIA QUE LA RIGEN.
El Presidente de la Corte Suprema, actuando con criterio institucional, cerró el episodio sobre el sesgo político de los jueces. Sin embargo, el episodio en su conjunto amerita alguna reflexión. La respuesta del vocero de la Corte Suprema fue calificada como excesivamente vehemente -las palabras son mías, pero ese era el sentido- por parte de otro integrante del máximo Tribunal; el mismo ministro que hoy es vocero se negó a ir a saludar al Presidente Piñera cuando fue elegido en su primer periodo, rompiendo así una tradición republicana. Los dichos del ministro de Justicia generaron diferencias entre los propios jueces y de la misma reacción se hizo evidente que tenían asidero.
Los jueces tienen opciones políticas, si no las tuvieran serían personas sin interés por la sociedad en que viven, por su forma de organización y los criterios de justicia que la rigen. Me atrevo a decir que un juez sin opinión sobre “lo político” no es apto para ejercer su función pública. Por eso, tampoco me parecen acertados los que hablan de una justicia binominal y pretenden un mecanismo de promoción de los jueces en que se ignoren sus visiones filosóficas, su concepción del ser humano y, por ende, de un orden social justo.
La Corte Suprema de Estados Unidos, uno de los tribunales más influyentes del mundo, en el sentido de cuánto pesan sus decisiones en su país, está integrado por jueces conocidos por sus posiciones filosóficas y su forma de pensar, en el amplio sentido de la expresión. El juez Scalia, recientemente fallecido, era un conservador claro, sin ambigüedad alguna, pero también era un jurista ampliamente respetado, sus votos en los fallos, fueran de mayoría o minoría, eran jurídicamente sólidos.
Hacia allá debemos apuntar, hacia mecanismos de promoción en la carrera judicial que, respetando las convicciones cívicas de los magistrados, sea su capacidad profesional, su apego al Derecho y su capacidad de dictar fallos legalmente bien fundados, lo verdaderamente importante. Cuando los jueces empiezan a caer en la tentación de legislar en sus resoluciones, cuando tienen más fuerza sus convicciones ideológicas que las jurídicas, entonces es cuando empiezan a cuotearse las nominaciones.
En el fondo, lo que pervierte todo es la creencia que entre las distintas posiciones propiamente políticas hay diferencias de legitimidad consustanciales. La apreciación muchas veces extendida que, mientras unos defienden la justicia los otros defienden intereses, lleva a sentir como legítimo pasar por sobre la ley, si esta ha sido dictada por una mayoría a la que no se reconoce equivalencia ética. Esta es la contaminación política de la que tenemos que salir, no es necesario que los jueces piensen menos, al contrario que piensen más y mejor, pero sobre todo que piensen jurídicamente.