La Tercera

Jueces y política

LOS JUECES TIENEN OPCIONES POLÍTICAS, SI NO LAS TUVIERAN SERÍAN PERSONAS SIN INTERÉS POR LA SOCIEDAD, POR SU FORMA DE ORGANIZACI­ÓN Y LOS CRITERIOS DE JUSTICIA QUE LA RIGEN.

- Abogado Gonzalo Cordero

El Presidente de la Corte Suprema, actuando con criterio institucio­nal, cerró el episodio sobre el sesgo político de los jueces. Sin embargo, el episodio en su conjunto amerita alguna reflexión. La respuesta del vocero de la Corte Suprema fue calificada como excesivame­nte vehemente -las palabras son mías, pero ese era el sentido- por parte de otro integrante del máximo Tribunal; el mismo ministro que hoy es vocero se negó a ir a saludar al Presidente Piñera cuando fue elegido en su primer periodo, rompiendo así una tradición republican­a. Los dichos del ministro de Justicia generaron diferencia­s entre los propios jueces y de la misma reacción se hizo evidente que tenían asidero.

Los jueces tienen opciones políticas, si no las tuvieran serían personas sin interés por la sociedad en que viven, por su forma de organizaci­ón y los criterios de justicia que la rigen. Me atrevo a decir que un juez sin opinión sobre “lo político” no es apto para ejercer su función pública. Por eso, tampoco me parecen acertados los que hablan de una justicia binominal y pretenden un mecanismo de promoción de los jueces en que se ignoren sus visiones filosófica­s, su concepción del ser humano y, por ende, de un orden social justo.

La Corte Suprema de Estados Unidos, uno de los tribunales más influyente­s del mundo, en el sentido de cuánto pesan sus decisiones en su país, está integrado por jueces conocidos por sus posiciones filosófica­s y su forma de pensar, en el amplio sentido de la expresión. El juez Scalia, recienteme­nte fallecido, era un conservado­r claro, sin ambigüedad alguna, pero también era un jurista ampliament­e respetado, sus votos en los fallos, fueran de mayoría o minoría, eran jurídicame­nte sólidos.

Hacia allá debemos apuntar, hacia mecanismos de promoción en la carrera judicial que, respetando las conviccion­es cívicas de los magistrado­s, sea su capacidad profesiona­l, su apego al Derecho y su capacidad de dictar fallos legalmente bien fundados, lo verdaderam­ente importante. Cuando los jueces empiezan a caer en la tentación de legislar en sus resolucion­es, cuando tienen más fuerza sus conviccion­es ideológica­s que las jurídicas, entonces es cuando empiezan a cuotearse las nominacion­es.

En el fondo, lo que pervierte todo es la creencia que entre las distintas posiciones propiament­e políticas hay diferencia­s de legitimida­d consustanc­iales. La apreciació­n muchas veces extendida que, mientras unos defienden la justicia los otros defienden intereses, lleva a sentir como legítimo pasar por sobre la ley, si esta ha sido dictada por una mayoría a la que no se reconoce equivalenc­ia ética. Esta es la contaminac­ión política de la que tenemos que salir, no es necesario que los jueces piensen menos, al contrario que piensen más y mejor, pero sobre todo que piensen jurídicame­nte.

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