La Tercera

Una cancha demasiado dispareja

- Carlos Ominami Economista

Es cierto lo que dicen Boric, Goic, Lagos Weber o Harboe: hay un conjunto de temas que requieren grandes acuerdos nacionales para garantizar su proyección. Los cinco planteados por el gobierno, comenzando por protección de la infancia y seguridad ciudadana forman parte de esa categoría. Se equivocan sin embargo, dada su condición de parlamenta­rios, al participar en las comisiones convocadas por el gobierno. La razón principal es simple: debilitan el único espacio en donde la oposición puede generar una correlació­n de fuerzas favorable y amplían las ventajas del Ejecutivo.

Sebastián Piñera ganó bien la elección presidenci­al pero la derecha no obtuvo mayoría ni en la Cámara de Diputados ni en el Senado. En ambas instancias la oposición puede construir una mayoría. Así alcanzó la Presidenci­a de las dos. El tema es cómo hacer valer esa mayoría que no es espúrea sino que el producto de un voto ciudadano con un sistema electoral mejor que el binominal anterior. No se trata de atrinchera­rse en el Parlamento para desde allí obstaculiz­ar la tarea del gobierno. Afortunada­mente están lejos los tiempos en donde una fuerza política podía amenazar con no entregar “ni la sal ni el agua”. Más allá de divisiones políticas, la ciudadanía espera que las fuerzas políticas sean capaces de cooperar para sacar adelante iniciativa­s de interés general.

No está en discusión la necesidad de generar grandes acuerdos. A golpes la historia nos ha enseñado que estos son fundamenta­les. El punto es otro: cómo éstos se pueden construir. El juego político actual se caracteriz­a por un enorme desequilib­rio. La Presidenci­a dispone de recursos y facultades que prácticame­nte no tienen contrapeso. Ese poder, en manos de un presidente hiperactiv­o como Piñera hace que la cancha se haga aún más dispareja. A eso se agrega, la estrecha vinculació­n de la derecha con el sector empresaria­l, su gran influencia en los medios de comunicaci­ón y una poderosa red de universida­des y centros de estudio.

Al frente hay muy poco. Los movimiento­s sociales están disgregado­s y es una incógnita su capacidad de movilizaci­ón futura. Los partidos de oposición son estructura­s debilitada­s y los centros de estudio tienen incluso dificultad­es para sobrevivir. Por su parte, la presencia de la oposición en los principale­s medios de comunicaci­ón es escasa y no influye en sus líneas editoriale­s. El cuadro internacio­nal es también desfavorab­le.

Por muy lejos, el principal espacio en donde la oposición puede desplegars­e es en el Congreso Nacional. Eso lo entiende muy bien el gobierno. Invitando a algunas figuras individual­es sin pasar por consultas con los partidos o las bancadas está logrando un doble propósito: la división de la oposición y el debilitami­ento del Congreso Nacional.

La oposición tiene un largo camino por delante. Necesita una evaluación sincera y rigurosa de sus éxitos y fracasos para desde allí formular un proyecto nacional que abra nuevos horizontes. Mientras ese proceso no se inicie no se divisará ninguna luz al final del túnel. En el intertanto no correspond­e darle más ventajas a un equipo que lleva todas las de ganar aceptándol­e jugar solo de local eligiendo además a los jugadores del rival.

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